Off topic: LOS EUFEMISMOS - II PARTE
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Aurora Humarán (X)
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Mar 11, 2003

Bueno, para seguir hablando del pasado, pero no del pasado nuestro (los 70, los 80...) sino de los tiempos verbales.



Esta nota es muy interesante porque analiza el uso eufemístico de los tiempos verbales. ¿Hay tiempos verbales potencialmente \"peligrosos\"?



Es larga, pero vale la lectura.



Saludos, Au














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Bueno, para seguir hablando del pasado, pero no del pasado nuestro (los 70, los 80...) sino de los tiempos verbales.



Esta nota es muy interesante porque analiza el uso eufemístico de los tiempos verbales. ¿Hay tiempos verbales potencialmente \"peligrosos\"?



Es larga, pero vale la lectura.



Saludos, Au















La decoración del drama



(Luis Carlos Díaz Salgado)



En el marco del contrato comunicativo, la palabra en el telediario no es un derecho, sino un deber: deber de explicar la realidad, de interpretar lo documental, de documentar lo aparente. Alguna vez la imagen se incendia, pero la frialdad del comentario en off impide que el espectador se apropie de esa imagen, que la ame o que se indigne.



Lorenzo Vilches, Manipulación de la información televisiva.





Los periodistas cada vez nos cuentan las noticias con más distanciamiento. Al menos en el caso de España. Lejos de cumplir el contrato comunicativo del que hablaba la cita anterior, en los noticiarios raramente se nos explica la realidad, se nos interpreta lo documental, o se nos documenta lo aparente. Más bien al contrario: el eufemismo campa a sus anchas en prensa, radio y televisión, y el viejo —y jamás firmado— juramento hipocrático de la profesión: llamar al pan, pan y al vino, vino, no es sino un rescoldo de épocas pretéritas en las que el periodista era consciente de la responsabilidad e importancia de su trabajo.



Casos de eufemismos léxicos estoy seguro de que conocen ustedes muchos, pero lo que no es nada usual es que un tiempo verbal vaya camino de convertirse en el eufemismo por excelencia de los medios de comunicación españoles. Este tiempo verbal es el pretérito imperfecto de indicativo.

Un ejemplo:



Hola, buenas noches: Aviones de la OTAN bombardeaban hoy Belgrado. Esta mañana varias escuadrillas de F-18 salían de sus bases en Italia y dejaban caer sus bombas minutos más tarde sobre la capital serbia.



Este enunciado —que cuando menos podemos calificar de anómalo—, no es en absoluto un error gramatical de los muchos que se les achacan a los periodistas, sino que responde al uso de una estrategia comunicativa muy refinada. Una técnica que nos permite a los informadores no sólo enmascarar los conceptos —como con los eufemismos léxicos— sino disfrazar la realidad entera. Un periodista tergiversa las cosas cuando nos dice: «Aviones de la OTAN han lanzado hoy bombas inteligentes sobre Belgrado». Es evidente que, por más listas que sean, las bombas son artilugios de destrucción destinados a matar a las personas. Pero es aún menos informativo y más confuso decir que: «Aviones de la OTAN bombardeaban hoy Belgrado», porque esto lleva a pensar al telespectador que o bien el bombardeo no acabó de producirse, o que fue tan distante e irreal como el cuento de Caperucita y el lobo. ¿Recuerdan por cierto que todos los cuentos comienzan con un imperfecto: Érase una vez...»?



El imperfecto es el tiempo verbal más adecuado en nuestro idioma para producir en el oyente la impresión de que lo se le cuenta no le afecta en absoluto. Nada de lo que se nos narra en imperfecto tiene relevancia. Por medio de este tiempo verbal, el periodista se distancia de su discurso y consigue además que el oyente no vea razones por las que este discurso debería afectarle: una excelente manera para que podamos seguir comiendo tranquilamente mientras vemos el telediario. Así que no es nada raro comprobar cómo este tiempo verbal ha comenzado a sustituir al indefinido y al pretérito perfecto en el discurso informativo de los medios de comunicación.



Algunos ejemplos más:

Esta mañana se producía en el municipio sevillano de Alcalá un accidente en el que morían tres personas. Todo ocurría a las tres de la madrugada cuando, por razones que se desconocen, un camión se salía de la calzada y chocaba contra un árbol...

El presidente Aznar llegaba esta mañana al aeropuerto de Barajas procedente de Bruselas donde este fin de semana se celebraba la cumbre europea.



Esta mañana moría a los 89 años de edad el escritor Gonzalo Torrente Ballester...

Esta misma noche la policía registraba un local en [...] Tras varias horas de búsqueda, los agentes de la autoridad se incautaban de más de una tonelada de droga...

Como verán, en todas estas informaciones era necesario haber utilizado pretéritos perfectos o indefinidos, en vez de los imperfectos. Es algo que «sabe» cualquier hispanohablante, que domina en la práctica el uso de los tiempos verbales del pasado, aun cuando desconozca la teoría.



Con su habitual agudeza, Andrés Bello llamó al pretérito imperfecto copretérito. Entendía el sabio caraqueño que este tiempo verbal suele aparecer en el discurso acompañando a otro verbo, usualmente un indefinido, al que llamó simplemente pretérito: «Yo llegué a casa cuando tú salías». Llevaba razón Bello al pensar que la función principal del indefinido es la de marcar tiempo, tiempo pasado: «Yo vine, yo comí», mientras que la del imperfecto es la de marcar aspecto no terminativo, esto es, la no finalización de la acción expresada por el verbo: «Yo venía, yo comía» y que por eso el imperfecto suele «apoyarse» en otro verbo.



Es fácil comprobar cómo esta débil adscripción temporal del imperfecto y su aspecto no terminativo lo facultan para expresar acciones habituales: «Cuando era pequeño comía mucho»; acciones inconclusas (imperfecto de conato): «Pedro venía hoy, pero su avión no pudo despegar a causa de la niebla», y descripciones en pasado: «Pedro era alto y fuerte». Estos son los usos rectos, referenciales, puramente informativos del imperfecto.



Fíjense que esta característica de tiempo no acabado lo hace muy apropiado para algún tipo de informaciones. Si en una noticia bursátil el periodista nos dice que «las acciones de Telefónica bajaban a media sesión», entendemos que, o bien no sabe cómo acabó todo (quizás la Bolsa está todavía operando) o que la acción se recuperó al final: «Las acciones de Telefónica bajaban a media sesión, pero se recuperaron al final del día». Sin embargo, una noticia que termine con: «las acciones de Telefónica bajaban un dos por ciento al final de la sesión» nos lleva a pensar que las acciones bajaron..., pero que no bajaron en realidad. Lo que sin duda son buenas noticias para Telefónica...



Pero además de estos usos referenciales, los tiempos verbales también pueden servirnos para que deslicemos nuestra propia opinión de hablantes, nuestras dudas o nuestros deseos...Son momentos en los que decimos una cosa y damos a entender algo más, o algo diferente Y en estos casos el imperfecto adquiere una categoría superior a la del resto de los tiempos verbales. Si alguien nos comenta: «Pedro venía hoy», podemos entender que ya no viene (imperfecto de conato), pero también podemos inferir que quien nos habla nos lo está contando de oídas, que no está seguro de que lo que nos dice se haya llegado a producir en realidad. Mediante el imperfecto se pone en duda la veracidad del mensaje. Es como si nos dijera: «Pedro venía hoy ..., pero que conste que no estoy seguro, lo sé porque me lo han contado». El hablante, en estos casos, obra con precaución.



Esto es lo que se llama discurso anterior presupuesto. El hablante se libra de responsabilidades por medio del imperfecto, que le resta realismo y veracidad al mensaje. Es un uso que todos los hispanohablantes manejamos con mucha habilidad ya que, en la práctica, cuando estamos en una situación comunicativa específica, además de codificar y descodificar información, hacemos que nuestro interlocutor infiera cosas, que adivine parte de lo que queremos decirle.



Por esta razón, en la transmisión periodística de información, el imperfecto no suele aparecer en el discurso como un tiempo absoluto, sin la compañía de otro verbo, puesto que si lleva el peso del mensaje, el oyente entiende que tiene que inferir algo que no está explícito. Si queremos dar información, decimos: «Ayer vine de Madrid». Porque si decimos: «Ayer venía de Madrid», el oyente entiende que algo ocurrió y nos impidió terminar nuestra acción. El oyente espera, en definitiva, un indefinido que le dé sentido a la frase. Este uso pragmático de los tiempos verbales del pasado hace que los hispanohablantes distingamos inmediatamente a todo aquél que no tiene a nuestro idioma como lengua materna. Los profesores de español que enseñen a ingleses o estadounidenses sabrán bien a lo que me refiero. A los angloparlantes, que sólo tienen un tiempo simple en el pasado, les cuesta muchísimo llegar a comprender cuál es el uso del imperfecto y cuál el del indefinido.

Algunos verbos, además, presentan especiales dificultades cuando intentamos conjugarlos en imperfecto. Nacer, morir, llegar, salir, etc. implican por su propio significado que tienen que realizarse por completo para que podamos decir que la acción ha ocurrido realmente. Estos verbos no admiten de buena gana el imperfecto porque damos a entender que algo ha ocurrido y no ha ocurrido al mismo tiempo. A esta característica semántica se la denomina modo de acción. Y es precisamente el modo de acción lo que hace que suenen realmente raras noticias como estas:



Esta mañana se producía un accidente en la carretera tal...



Torrente Ballester moría esta mañana víctima de una fatal enfermedad...



El presidente llegaba hoy a Barajas...



Como vemos, todos estos ejemplos de verbos con un modo de acción perfectivo están siendo utilizados como los verbos principales de la información. Su única función es la de atenuar el mensaje que se nos está ofreciendo. Y es por eso que son tan «antiperiodísticos». Quizás a un hablante corriente le resulte apropiado decir que Torrente «moría» esta mañana —nada hay más grave que la muerte—, pero periodísticamente es un dislate. Torrente «murió», o «ha muerto», y el periodista no tendría que atenuarnos la gravedad de las noticias, ni el impacto que pueda ocasionarnos. Las cosas son como son, y así nos deben de ser contadas.



A causa de estas características, el imperfecto ha sido hasta el momento un tiempo verbal poco usado en la información noticiosa. En español, para informar en pasado lo adecuado es utilizar el indefinido o el pretérito perfecto. De esta manera, además, la actitud del hablante —sus dudas o sus deseos— no se muestran en absoluto. Por medio del indefinido, el periodista no aparece jamás en el mensaje: es, pues, el tiempo de la objetividad informativa cuando narramos en pasado. Al utilizarlo, los hechos quedan reducidos a lo esencial y destacan con particular vehemencia. Las acciones narradas en indefinido adquieren la trascendencia que tienen realmente. Y este es en definitiva el fin último del mensaje informativo. La parte del contrato que los periodistas están obligados a cumplir. Como les digo, estamos ante una técnica comunicativa muy refinada. Porque no se trata de restar trascendencia «sólo» a algunas noticias. No es que los periodistas sean más «sensibles» a unas informaciones que a otras, sino que para ahorrarse problemas la mejor solución es restarle trascendencia a la realidad toda: desde el bombardeo de una ciudad, a un accidente de tráfico; desde la muerte de un escritor, a la llegada al aeropuerto del presidente del gobierno. Los periodistas aquí demuestran muy claramente que dominan los secretos de la comunicación en español. Lo que son las cosas, por una vez no podemos decir que se equivocan.



Y, para terminar, vuelvo a Bello nuevamente. Porque fue también este gran lingüista quien definió al imperfecto como «la decoración del drama».Es una explicación genial, certera y hermosa. Cuando narramos algo en pasado, los hablantes utilizamos el imperfecto para enmarcar los hechos, para describirlos. Por lo general, todo aquello que va en imperfecto es accesorio, aunque sirve para situar la acción. El imperfecto configura, pues, un segundo plano narrativo: «la decoración del drama», en palabras de Bello; mientras que el indefinido —primer plano narrativo— nos muestra el drama en sí. Por eso, es común comprobar cómo las oraciones que abren una novela van en imperfecto. Es una manera totalmente correcta de situar la acción. Lo que ya no es tan correcto es que el mensaje principal vaya en imperfecto, o que vaya en imperfecto todo el texto. Lo adecuado, en estos casos, es mezclar sabiamente los tiempos del pasado. Decirlo todo en indefinido causaría en la audiencia una impresión de ahogo, ya que el oyente se vería privado de referentes. Sin embargo, al utilizar el imperfecto donde tendría que ir un indefinido lo que logramos es distanciarnos tanto del mensaje como de la audiencia: el último logro del periodismo moderno.



Por eso, los buenos periodistas no suelen trastocar los tiempos verbales del pasado. Saben que la información, la noticias, el «extraño suceso», incitan a pensar y a reflexionar. En definitiva: nos hace más libres. Sin embargo, la información como mero decorado de los hechos, la información como descripción de imágenes, la información como irrelevancia, nos hace sumisos, simples espectadores de una realidad a la que nada podemos aportar. Una realidad que no podemos modificar. Quizás por esta razón, Harald Weinrich, en su obra Estructura y función de los tiempos en el lenguaje calificó a este tiempo verbal como potencialmente «peligroso».

















[ This Message was edited by:on2003-03-11 20:41]
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