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Off topic: TIRAMOS TODO, un artículo de Eduardo Galeano
Thread poster: Javier Wasserzug
Javier Wasserzug
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May 12, 2009

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos s
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Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!! ¡¿Cómo que "para qué"?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.

Hasta aquí,Eduardo Galeano
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Elena Pérez
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No es de Galeano May 12, 2009

Mira aquí:
http://www.marcianoduran.com.uy/?p=278


 
Óscar Delgado Gosálvez
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Acento May 12, 2009

Muy bonito, sea de Eduardo Galeano o del "Marciano" ése.
Es una de esas perlas en las que se oye en la cabeza el acento de quien lo escribió.


 
Javier Wasserzug
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¡¿NO ES?! May 13, 2009

Me la paso desmitificando cadenas, autorías falsas y demás yerbas. Siempre me pongo a investigar cuando me llega algo. En este caso, me sorprendieron en m,i buena fe, gracias por la advertencia. El artículo no deja de ser interesante, me pregunto de quién es...

Perdón comunidad.


 
Walter Landesman
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Marciano Durán May 13, 2009

Elena tiene razón. Marciano Durán es un autor uruguayo del interior del país.
Para hacerle justicia y que lo conozcan mejor, comparto con ustedes este artículo de prensa sobre él:

Entre la portería y el best seller
Marciano Durán administra un edificio en Punta del Este, pero es más conocido por "El código Blanes", un libro que fue éxito y del que se viene segunda parte.
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Elena tiene razón. Marciano Durán es un autor uruguayo del interior del país.
Para hacerle justicia y que lo conozcan mejor, comparto con ustedes este artículo de prensa sobre él:

Entre la portería y el best seller
Marciano Durán administra un edificio en Punta del Este, pero es más conocido por "El código Blanes", un libro que fue éxito y del que se viene segunda parte.
C.N.

Marciano Durán pide disculpas, atiende el teléfono y responde una consulta. Corta y retoma la entrevista. Minutos después alguien golpea la puerta de la oficina. Se disculpa, sale, conversa con un empleado y regresa.
"En verano, es un continuo estar resolviendo cosas, yendo, viniendo y haciendo todas las tareas", explica sin agitarse. "De repente, de mañana tenés que pelear un contrato con una empresa y enseguida hay que cambiar una garrafa en un departamento. O te vas a arreglar un tema de los seguros del edificio y volvés a descargar un auto", agrega, y le suena el celular.

Ocurre que ser portero y administrador de un edificio de Punta del Este, donde circulan más de 200 personas al día, resulta un trabajo que absorbe toda la atención, máxime cuando el servicio se parece más al de un hotel que al de un edificio. Pero a pesar de las jornadas de doce horas, de los llamados continuos y de la rutina impostergable de salir a correr, el portero tiene resto para escribir. "A veces son 35 minutos nada más", ilustra.
En esos ratos, y con ayuda del paréntesis que significa el invierno, Marciano Durán produjo un texto que le cambiaría la vida: El Código Blanes, novela que vendió 11.000 ejemplares y que fue Libro de Oro de 2007.

Con la serenidad de esa personas que parecen no perder nunca la calma, Durán conversó con Domingo sobre los caminos que lo llevaron a la portería primero y a la escritura después.
Multioficio. Marciano Durán llegó a Punta del Este en 1979 proveniente de La Cruz, un pueblo de 400 habitantes del departamento de Florida, donde trabajaba como ferroviario, oficio que compartía con su padre y hermano. No era la primera vez que buscaba sustento en el Este. De hecho, había trabajado algunas temporadas en un autocine, en una fábrica de pastas, de pintor y hasta de asistente del mago Tu Sam. Pero esa vez llegó para quedarse.

Al mes consiguió trabajo como armador de muebles importados. Un día y "sin querer", dice, vendió un amoblamiento entero. La maniobra le valió un ascenso automático a encargado de ventas de un local. Más tarde el dueño de la mueblería le ofrece un cargo de confianza en una obra que estaba por comenzar: el edificio Torre Plaza, ubicado en Gorlero y calle 15. Corría el año 1980.

Entonces llegó una crisis, las obras se detuvieron y Durán quedó viviendo junto a su familia en el esqueleto del edificio. "Fueron años difíciles porque Punta del Este estaba liquidado, no había nada. Pasamos el temporal hasta que el edificio se vendió (varias veces) conmigo adentro. Yo ya era parte del inventario: tres hormigoneras, dos columnas, ocho heladeras, el portero, la mujer, los hijos", cuenta. Finalmente la construcción terminó y Duran fue oficialmente el portero.
Una década después le ofrecen además el puesto de administrador. Desde entonces se dedica a ambas tareas.

Marciano no fue un escritor precoz, pero sí un lector voraz. "Lo fui desde los 14 años hasta hace cinco porque empezar a escribir me quitó tiempo", admite.
La escasa formación literaria la obtuvo en un taller virtual de dos años de duración que dictaba el fallecido escritor Mario Levrero.
"Un día se me ocurre escribir un texto de humor donde involucro a Mario como el dueño de un manicomio y al resto de los talleristas como los locos. Mario me contesta algo así como ´no paro de llorar frente al monitor´, y me sugiere que me dedique al humor con una frase: ´Marciano tenés la lámpara de Aladino y te empeñás en hacer huevos fritos con ella´. A partir de ese empujón de Levrero me metí de lleno en esto", cuenta.

El código blanes.
La génesis del exitoso relato de ficción fue producto de una casualidad: "Empezó como una crónica de humor. Cada vez que encuentro un tema que me parece que es uruguayizable inmediatamente lo tomo. Si nombran un Papa decido que sea uruguayo. La guerra de Irak la traslado a Cerro Chato. Las Olimpíadas las hago en Montevideo. Cada cosa que sucede la traigo al Uruguay. Y bueno me pareció que El Código da Vinci (se refiere al libro de Dan Brown) servía. No lo leí, fui al cine a ver la película exclusivamente para escribir el Código Blanes. Sabía que tenía que crear un paralelo entre Da Vinci y Blanes; y era claro que era La Última cena y El Juramento de los 33 Orientales. Fui con eso en la cabeza. Vine derecho esa noche a la computadora y empecé a tirar líneas", relata.
Con la colaboración de sus dos hijos mayores comenzó la investigación. "Había tantas pero tantas coincidencias que me dije: ´Esto no es una crónica de humor´. Ahí empecé a escribir la novela. Ese fue el proceso, un día me di cuenta de que me había caído en un libro y ya no tenía manera de salir", admite y confiesa: "Mi idea básica de la crónica era decir que dentro de los 33 Orientales había una mujer y que era la abuela de Gardel".
El libro prendió y se vendió como pan caliente. El éxito y las obligaciones de difusión no sólo lo llevaron a más de 40 ciudades del interior, sino que lo pusieron por primera vez en un avión, rumbo a Europa. Desde entonces, el dinero de las ventas lo invierte en viajes.
"Antes no iba a ningún lado, ni siquiera conocía Buenos Aires. Todo fue gracias al libro porque es imposible para un asalariado hacer esos viajes", señala.

Futuro.
En marzo, cuando el edificio queda casi vacío, comenzará a trabajar en la segunda parte de El Código Blanes. La idea es reenganchar la historia a partir de la mitad, tomando como eje a uno de los personajes. A diferencia de la primera parte, esta contará con la colaboración de un equipo de investigación que profundizará la información recibida en las visitas al interior. "Algunas hablan de la masonería, la alquimia..., son historias que no han salido a la luz por distintos motivos. Creo que porque nadie ha salido a buscarlas", explica.
Además, ya tiene otro libro en las estanterías: La cuestión es darse maña y otras incoherencias (También de Flor Negra Ediciones).
A pesar del éxito, Durán no tiene pensado abandonar la portería. "No me queda tanto para jubilarme, estoy a cinco o seis años. Pero en la medida que pueda seguir distribuyendo el tiempo de esta manera, no fallando en el trabajo y atendiendo las otras áreas que para mi son vitales, no lo tengo como proyecto", cuenta.
Sus otras áreas vitales son la familia -catorce miembros en total, contando hijos (3), nietos (2), padres, hermano y prole correspondiente- y la carrera de una hora diaria, deporte que realiza llueva o truene. Evidentemente, además de portero, escritor, padre y abuelo, Durán es también un buen administrador del tiempo.

"Marciano es un nombre muy pesado"
Es lógico pensar que nadie pasa desapercibido en la vida con un nombre como Marciano. "Es un nombre muy pesado, con todo lo bueno y todo lo malo que tiene eso. Con los años aprendí que es mucho más fácil escribir desde el Marciano que desde el José o Pedro", cuenta Durán.
La raíz de la denominación hay que buscarla en el santoral y acotarla a una época en la que allí se seleccionaban la mayoría de los nombres.
El primer Marciano Durán es el padre del escritor-portero, y el último es el hijo de éste. ¿Repitió la historia? "No fui yo, fue mi señora", explica.
Sin embargo y a pesar de lo que podría pensarse, no le fue tan duro lidiar con el nombre: "Sucede que mi papá era una persona muy conocida en Florida. Por eso el Marciano ya estaba instalado. Para mi fue fácil pasearme con ese nombre por la ciudad".

Marciano es además un corredor compulsivo que no se detiene ni en invierno ni en verano. En verano sale por las mañanas antes de entrar a trabajar y en invierno prefiere las tardes.
Su rutina de escritura invernal comienza a las 6 de la mañana, después de dejar a su hija más chica en el entrenamiento de natación (es campeona nacional). Dice que esas dos horas antes de ingresar a la portería son las más rendidoras.

http://www.elpais.com.uy/Suple/DS/09/01/04/sds_390958.asp
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Walter Landesman
Walter Landesman  Identity Verified
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el verdadero título y el final verdadero May 13, 2009

Y para seguir con la justicia, trascribo de la página de Marciano (el vínculo que proporcionó Elena), en referencia a la falsa autoría de este texto a E. Galeano :

En enero de 2006 escribí un texto con el título DESECHANDO LO DESECHABLE
Corresponde a la serie “Crónicas marcianas y uruguayas” que se publican en distintos medios desde
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Y para seguir con la justicia, trascribo de la página de Marciano (el vínculo que proporcionó Elena), en referencia a la falsa autoría de este texto a E. Galeano :

En enero de 2006 escribí un texto con el título DESECHANDO LO DESECHABLE
Corresponde a la serie “Crónicas marcianas y uruguayas” que se publican en distintos medios desde el año 2002...

...y por sobre todas las cosas, porque el final con el que circula es lamentable: “Hasta aquí”.
Eso no dice nada.
El final correcto es: “Y yo no me entrego” y es el mensaje más importante de toda la crónica. Justo la parte que eliminaron.
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Tomás Cano Binder, BA, CT
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La escala de "trastez" May 13, 2009

Mi casa, como la mayoría de las casas de los padres de familia, está llena de trastos. A los trastos que compro yo porque pienso que cubren una necesidad (con el tiempo se comprueba que no la cubre) se suman los trastos de mis hijos, que compro porque cubro la necesidad de dar algún capricho a los niños de cuando en cuando (con el tiempo los niños tienen otros antojos).

Tan pronto como tenga tiempo de reunir todos los trastos y otorgarles una puntuación de "trastez" --escala d
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Mi casa, como la mayoría de las casas de los padres de familia, está llena de trastos. A los trastos que compro yo porque pienso que cubren una necesidad (con el tiempo se comprueba que no la cubre) se suman los trastos de mis hijos, que compro porque cubro la necesidad de dar algún capricho a los niños de cuando en cuando (con el tiempo los niños tienen otros antojos).

Tan pronto como tenga tiempo de reunir todos los trastos y otorgarles una puntuación de "trastez" --escala del 1 al 10; por debajo de 5 es trasto puro para llevar al punto de reciclaje de mi municipio-- lo haré. Con seguridad saldrá de mi casa un montón de trastos con los que ahora convivo y no sé por qué compré.

Comprar es ya un impulso natural que hemos aprendido, con sandeces como "¡Porque yo lo valgo!", "¡Te lo mereces!". Pero igual que cuando conocemos a alguien bello no nos abalanzamos para palpar sus esculturales formas sino que esperamos a que hable un poco para saber en qué nos estamos metiendo --por supuesto respeto al que guste de actividades de riesgo y prefiera abalanzarse sin hablar nada, mientras le dejen a uno abalanzarse claro está y no atentemos contra el Sexto--, deberíamos conocer mejor nuestros los productos antes de comprarlos. Quizá esperar unos días, quizá comparar con más productos.
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Arturo Mannino
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El estilo del texto May 13, 2009

Gracias a Elena por aclarar que el texto no es de Galeano. Ya mientras lo leía me parecía poco probable que lo fuera: el estilo es completamente distinto al de Galeano, sobre todo del Galeano casi hiératico de estos últimos años. Se parece más al estilo de otro gran observador de la realidad cotidiana de la otra orilla del Plata, Washington Cucurto.
De todas maneras es un texto muy interesante y dolorosamente real. Alguna vez leí que el verdadero negocio, para las empresas, es produ
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Gracias a Elena por aclarar que el texto no es de Galeano. Ya mientras lo leía me parecía poco probable que lo fuera: el estilo es completamente distinto al de Galeano, sobre todo del Galeano casi hiératico de estos últimos años. Se parece más al estilo de otro gran observador de la realidad cotidiana de la otra orilla del Plata, Washington Cucurto.
De todas maneras es un texto muy interesante y dolorosamente real. Alguna vez leí que el verdadero negocio, para las empresas, es producir basura. La corta vida de los bienes de consumo sería un trámite molesto y necesario entre el estadio de materia prima y el de desecho.
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Carmen Moreton
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A la necesidad de consumir, la necesidad de reciclar May 13, 2009

Soy una enamorada del reciclaje y de la reutilización. Me impuse hace tiempo la romántica tarea de ir recogiendo la grasa de los fritos y de otras delicias culinarias en los envases de plástico que me daba pena tirar. Decidí hacer con ella jabón. Enfrentarme a la pringosa grasa es una tarea que, confieso, si pudiera escoger ahora, desecharía de mi mente porque, sí, tener tu propio jabón es estupendo pero hacerlo se convierte en un calvario.
Cada día, cuando empleo mi concha de jab
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Soy una enamorada del reciclaje y de la reutilización. Me impuse hace tiempo la romántica tarea de ir recogiendo la grasa de los fritos y de otras delicias culinarias en los envases de plástico que me daba pena tirar. Decidí hacer con ella jabón. Enfrentarme a la pringosa grasa es una tarea que, confieso, si pudiera escoger ahora, desecharía de mi mente porque, sí, tener tu propio jabón es estupendo pero hacerlo se convierte en un calvario.
Cada día, cuando empleo mi concha de jabón artesanal, es cierto, me reconforta, pero ya tengo en casa jabón para un año ¡¡y grasa para hacer otro tanto!!

Observo cómo los servicios de charcutería al corte de los supermercados se convierten en autoservicios de chopped de pavo y lomo de Guijuelo envasados, o cómo para comprar una docena de puntas sin cabeza tienes que llevarte un blister con 100 unidades... y lo acuso no sólo por el trato del tendero, normalmente cercano y agradable, como por "y qué hago yo ahora con tanto plástico y con tanta punta". A la bolsa de envases unos y a la caja de las herramientas las otras ¡claro!
Y qué decir de los amantes del reciclaje de pequeñas poblaciones, que se convierten en verdaderos héroes de la defensa del entorno: peregrinan de un contenedor a otro al ver que están llenos... y ¡ya que han separado para reciclar quieren acabar su misión imposible!

En casa hay profundas reflexiones sobre el reciclaje:
¿Dónde pongo con las cáscaras de huevo? ¡son envases! ¡son orgánicos!
¿Y qué hago con los filtros de la Britta? ¿Y con los cartuchos de tinta de la impresora? ¿Los bolis son envases o son orgánicos? ¡Las grapas! ¿dónde tiro las grapas? ¿Mamá, donde tiro el miniparaguas de la sexta dimensión heterogótica de Potemon que me dieron en el burguerquín hace 9 años?

Tomás Cano Binder, CT wrote:

Tan pronto como tenga tiempo de reunir todos los trastos y otorgarles una puntuación de "trastez" --escala del 1 al 10; por debajo de 5 es trasto puro para llevar al punto de reciclaje de mi municipio-- lo haré.


En casa somos más radicales... o pirujo o no pirujo... ¿Alguien quiere un miniparaguas de la sexta dimensión heterogótica de Potemon, de esos que daban en el burguerquín hace 9 años?



[Editado a las 2009-05-13 14:21 GMT]
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Walter Landesman
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Marciano Durán en EE UU y Canadá May 18, 2009

Presentando su nuevo libro "La cuestión es darse maña":

DEL 23 AL 25 DE MAYO OTAWA- Ontario-CANADA
Congreso de Ciencias Sociales y Humanidades.
Asociación Canadiense de Hispanistas
La cuestión es darse maña y El Código Blanes
Universidad de Ottawa.

Jueves 28 DE MAYO 2009 Hora 6.15 recepcion 6.45 presentacion del libro
MONTREAL- Quebec- CANADA Maison de la culture- Côte-des-Neiges
5290 chemin de la Côte-des-Neiges, Montréal,
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Presentando su nuevo libro "La cuestión es darse maña":

DEL 23 AL 25 DE MAYO OTAWA- Ontario-CANADA
Congreso de Ciencias Sociales y Humanidades.
Asociación Canadiense de Hispanistas
La cuestión es darse maña y El Código Blanes
Universidad de Ottawa.

Jueves 28 DE MAYO 2009 Hora 6.15 recepcion 6.45 presentacion del libro
MONTREAL- Quebec- CANADA Maison de la culture- Côte-des-Neiges
5290 chemin de la Côte-des-Neiges, Montréal, QC H3T 1T2‎ -
La cuestión es darse maña Auspiciado por el Consulado de Uruguay en Montreal.

Viernes 5 DE JUNIO/2009 at 8 p.m.
TORONTO-Ontario-CANADA Club Uruguay Toronto - 101 Freshway Drive Unit 16 Concord Ontario
La cuestión es darse maña y El Código Blanes
Auspiciado por el Consulado General de Uruguay en Toronto

Domingo 7 DE JUNIO/2009 12.30 p.m.
Woodbridge -Ontario-CANADA Drs. McClean Park
La cuestión es darse maña
Almuerzo Anual organizado por Alberto Pintos a Beneficio Escuelas Rurales del Uruguay

Miércoles 10 DE JUNIO/2009
NEW YORK-ESTADOS UNIDOS
Espacio Cultural del Consulado General del Uruguay
420 Madison Ave, 6th Floor-Manhattan

La cuestión es darse maña
Auspiciado por el Consulado General de Uruguay en New York
Mas información en www.marcianoduran.com.uy
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TIRAMOS TODO, un artículo de Eduardo Galeano






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