Aurora Humarán (X) Argentina Local time: 11:15 English to Spanish + ... TOPIC STARTER Nuestro cuento | Oct 5, 2003 |
(Un cuento proZiano y psicodélico escrito por: María Alejandra Funes, Andrea Alì, José Luis Villanueva Senchuk, Enrique Cavallito, Eugenia Corbo, Mónica Alfonso, Delelis, Patricia Posadas, Maya B., Marijke Singer, Rubén Berrozpe, ALTC, Claudia Bagnardi, Elinor Thomas y Au Humarán) Había una vez una mujer que no sabía estar quieta. No lograba anclarse en ningún lado... Hasta que, casi por casualidad, un extraño suceso le cambió el rumbo, pero no para seguir ... See more (Un cuento proZiano y psicodélico escrito por: María Alejandra Funes, Andrea Alì, José Luis Villanueva Senchuk, Enrique Cavallito, Eugenia Corbo, Mónica Alfonso, Delelis, Patricia Posadas, Maya B., Marijke Singer, Rubén Berrozpe, ALTC, Claudia Bagnardi, Elinor Thomas y Au Humarán) Había una vez una mujer que no sabía estar quieta. No lograba anclarse en ningún lado... Hasta que, casi por casualidad, un extraño suceso le cambió el rumbo, pero no para seguir dando vueltas sino para quedarse. Primero tuvo que hacer su propio duelo. Era una mujer sin raíces. Pero cómo no detenerse ante esa señal... Más que una señal era un llamado. Intentó no ver, pero sus ojos vieron; intentó no escuchar, pero sus oídos escucharon. Y así fue que finalmente reaccionó. No era fácil... No fue fácil tomar la decisión de quedarse. Estaba más que consciente de que esa decisión marcaría su existencia como persona. A persar de sentir el peso sobre sus hombros, miró en dirección al jardín y escudriñó la calle detrás de la cerca, y se acerco a la puerta. Se lo iba a decir en ese momento cuando... ... de pronto tomó conciencia de que la tarde estaba extrañamente silenciosa. Un silencio denso, espeso, contra el cual sus oídos percibían claramente el doble martilleo de su propio corazón. No se escuchaban chicos jugando en la calle. No se escuchaban coches frenando después de ignorar el cartel de "cruce peligroso". No se escuchaba música a través de la ventana abierta del segundo piso. Sólo su corazón, bum bum, bum bum, bum bum, en ese interminable instante de silencio en el que sus zapatos se clavaron frente a la puerta como si el llamado lo hubieran obedecido sus pies y no su corazón, que todavía dudaba si salir corriendo o frenar como los pies. Parada frente a la puerta, recorría los rincones de su cabeza buscando palabras, porque cuando la puerta se abriera, sus pies no iban a hablar por ella. La campanilla del teléfono la sacó de su inquieta quietud. "¿Había hablado ya con su novio?", increpaba alguien desde el otro lado. "No, no, no"...logró responder con voz temblorosa. Pero, lo haría, juró, lo haría inmediatamente. "Te estamos vigilando, acercate a la ventana y mirá con atención el auto verde estacionado frente a la vieja fábrica. ¿Ves el señor que te saluda con su mano? El él quien será tu verdugo si no hacés desaparecer a tu novio de tu casa y de tu vida ya mismo". "No me está pasando, no es real", se dijo mientras sentía deseos de vomitar o de morirse... Sintió la tibieza de una bocanada de asco que la invadía desde lo más profundo de sus entrañas hasta la garganta. Y quiso gritar... sí, no tanto para advertir a quien presumiblemente estaba al otro lado como para hacerse notar a ella misma su propia existencia... Porque en definitiva se trataba de eso, de su existencia hasta entonces a la deriva e invitada ahora a entrar en puerto o batirse contra viento y mareas. Tras esa cerca, una encrucijada. Una vez más acudían a su mente las palabras de Luis Pirandelo "esto que creemos ser lo más íntimo nuestro, la consciencia, quiere decir los demás en nosotros." ( Luigi Pirandelo [uno, ninguno y cien mil] ). ¿Quién iba a tomar realmente la decisión? Colgó el teléfono con manos temblorosas y un ligero cosquilleo en las entrañas como recordatorio de la importancia de cada paso... Pasos que se acumulan por las escaleras, uno, dos, tres; y una habitación oscura, "¿dónde estás amor?" Era ella la que no estaba, su voluntad, mientras recorría la casa con un malestar que se extendía desde el estómago e impregnaba sus pupilas abiertas... ... que miraban hacia un vacío tan profundo que ya no podía más. ¿Qué decirle? Confesarle todo y confiar que él sabrá lo que debía hacer o prestarle atención a esa vocecita que le decía que no, que debía correr y nunca parar. Correr y correr por esa infinita calle hasta llegar ... ¿a dónde podía correr? No había escape. "Subiré a su cuarto y él no estará allí", se decía a sí misma mientras ascendía pesadamente los escalones. La madera crujía y se lamentaba bajo su peso, y una fuerza invisible embotaba sus piernas, la empujaba hacia atrás, le impedía seguir avanzando... Finalmente llegó, y sus pies se detuvieron tras de la puerta. Escuchó en silencio: desde dentro, le llegaba el lento oleaje de la respiración de él, confundiéndose con los latidos que martilleaban en su pecho, bum bum, bum bum,... Sintió un tacto frío en su espalda, y le recorrió un estremecimiento... Pero no era una mano real, era ella misma que se frenaba y que sabía que tenía que hablar con su novio, que definir las cosas. La vida la estaba llevando hacia otro rumbo, su energía se necesitaba para otros menesteres. Y es que días atrás había recibido la señal. Frente a su casa vivía una familia, la hija de la familia era ella misma. La primera vez que Julia vio a la niña de lejos, pareció una casualidad pero algo muy fuerte la sacudió el dìa que pasó a su lado. Era Julia, era ella misma a los 7 años. Y los padres para su terror, eran sus propios padres jóvenes en una imagen que tardó en digerir. ¿En què momento se había salido de su propia vida para ser espectadora de su pasado? No entendía la señal, pero no haría sus maletas esta vez. El novio casual y efímero (como todos los anteriores de todos los otros lugares) se alegró al comprobar que Julia no emigraría en la fecha que hacía tiempo le informara. Cayó en la trampa tan humana de creerse la razón y siguió visitándola ignorando que Julia estaba mirando su pasado por la ventana y que alguien se comunicaba con ella telefónicamente por el momento, dándole todavía más misterio a la situaciòn. Cuando Julia le deslizó que estaba cansada y que deseaba recostarse, se fue sin sospechar nada, feliz en su ignorancia. Había llegado el momento. Pero entonces un recuerdo, una rememoración oscura subió hasta su conciencia (¿no eran quizás los demás en ella los que subían, los que habían ido llenando su mente a través de los años con todos aquellos contenidos que llamaba conciencia?). Recordó el momento de hacía cinco años en que se conocieron... La sensación era sin duda extraña. Una mezcla del terror que produce la conciencia de que algo terrible está a punto de ocurrir y el enfermizo placer que todo ser humano encuentra en la tensa espera. Acudieron a su mente un sin fín de momentos de su infancia, la espera impaciente el castigo (merecido o no, ¿tiene eso alguna importancia?), y se anticipa y regodea en él con inconfensable complaciencia... Pero ¿qué eran cinco años en comparación con lo que estaba viendo por su ventana? Cinco años es nada en la historia del mundo. Y otra vez volvió Pirandello a su cabeza, era la niña de enfrente parte de su pasado, un personaje "en busca" de su autor, es decir, ella misma hoy, ella misma en el presente?. ¿Por qué tenía que ver su historia desde los cuarenta y pocos años? Terror y placer sentarse en esa ventana a mirar la historia de su propia vida. Dejar de lado los cinco años de su pareja, sus cinco años en este lugar provisorio, para contemplarse a sí misma más de treinta años atrás...¿Puede el lector imaginarse a sí mismo viéndose niño, viendo a sus padres sin experimentar un tremendo desazón? ... Así era la vida de Julia en los últimos días hasta que llegó el primer llamado que la instaba a sacar conclusiones de lo que veía. Sabía que la curiosidad era cosa mala, pero el vértigo que le producía poder recuperar lo que el tiempo le había arrebatado era más fuerte que ella misma. Ahora bien, poniéndolo todo en la balanza, era consciente de que le haría falta mucha fuerza para poderse enfrentar a su peor enemigo, ella misma, sobre todo si estaba rodeado de unos actores de sobra conocidos. Una vez más parece que el destino jugaba con ventaja. ¡Pero no! Está vez esa niña tan mimada y, a la vez, resentida no iba a sufrir. En unos momentos tomaría la decisión de enfrentarse a sus demonios, reales o no, del pasado o de este presente que se le hacía tan largo, y se iría a esa puerta que representaba todo aquello que la asustaba. Tocaría en ella y ... se quedaría quieta, petrificada, anclada con clavos delante de la puerta y aguantaría hasta que los pasos al otro lado se acercaran y se abriera la puerta y viera la cara de sorpresa inaudita de su novio. Estaría sorprendido no de verla, sino por su semblante, un rostro tan extraño que no la reconoció en el momento. Era la conciencia de aquellos cinco largos años (nada para el mundo, tanto para ella), cinco años perdidos o desaprovechados o regalados a tareas que no eran las suyas, actos que no deseaba, palabras que no pensaba, besos que no sentía... Volvió a sentir una ráfaga de aire helado rozando su espalda (¿de dónde salía...? se dijo). La corriente agitó las maderas de una marioneta, apoyada contra un viejo escritorio, allá mismo, en el rellano de la escalera. Chirriaron durante unos segundos, y luego volvieron a detenerse con un crujido, cual respiración de un ser humano que se revuelve apenas unos segundos en medio de un profundo sueño... De repente, todo tuvo sentido. Su novio era marionetista. Era un dios, que creaba a sus hijos, que los manipulaba, que les entregaba su alma a través de unos largos hilos de nylon. Sin él, ¿era acaso posible que alguno de ellos volviera a la vida? Se preguntó si era él el que había construido aquella pesadilla, si era él quien había llamado al teléfono, segundos antes, si era por culpa suya que ella hubiese sido testigo de su propia infancia, allá abajo, frente a la ventana... ¿era acaso posible que ella sólo fuese un esbozo, antes del proceso definitivo de la creación? ¿Era aquella niña otra marioneta, otro personaje concebido a imagen y semejanza de un creador caprichoso? Aún temblando, se preguntó qué se encontraría al cruzar aquella puerta. Y lentamente, extendió la mano para empujarla. Torbellino, irrealidad... el encuentro con su pasado había roto de manera irremisible su trivial relación con el mundo, su deslizarse por la vida sin compromisos, sin ataduras... La semilla arrastrada por el viento se encontraba de repente vinculada a la tierra firme. Contradicciones... establecerse, arraigarse, viejo anhelo secreto de toda semilla... y a la vez terror de no poder volver a volar... Inseguridades... Conservará la semilla su poder de creación? o después de tanto desplazarse sin sentido ni ataduras se habrá convertido en la sombra de una simiente? Me estaré volviendo loca? Estoy soñando?.. pero la respiración pesada que le llegaba desde esa mitad oculta del mundo era tan real como la rugosidad que sus dedos detectaban en la pesada hoja de la puerta. Con quien primero se encontró, fue con su madre. La misma cara que tendría 30 años después pero sin arrugas pero sin infelicidad. ¿Quién era la mujer atrás de su madre? Una sensación fuerte la sacudió. Las madres ponen bufandan, sirven la sopa, cuentan cuentos, las madres no son mujeres jóvenes. Acarició otra vez la idea de que su novio tuviera algo que ver con este surrealismo que la había tomado por asalto. Si así fuera, ¿qué estaba haciendo el titiritero en este momento, entonces? ¿Qué pretendía al enfrentarla con una situación así? Su madre no la reconoció, le dijo con una voz desconocida (las voces también envejecen) "¿En qué puedo ayudarla, señora?" Y mientras estas imágenes volvían a su mente como destellos enloquecidos, la puerta comenzó a girar lentamente sobre sus goznes... Coqueteaba con el irracionalismo. Ella conocía el significado real de la "verdad", esa convención a la que se llega en el seno de un grupo para dar por válida una práctica o una idea. Pero su vida, al verse tan súbitamente aislada de un marco de referencia temporal, ya no le parecía ni verdadera, ni falsa, ni vida. Lo mismo le ocurría con su madre, que se le aparecía ahora muy lejana, como una extraña. Tal vez pudiera llegar a conocerla mejor asi, vista desde el exterior. ¿Locura, lucidez? ¿Acaso conviven el pasado y el presente en mundos diferentes que normalmente no se cruzan? Y si es así, ¿qué había provocado esta situación? ¿Quién? ¿Quién era él? "Eres igualita a mí..." Su madre se lo había dicho alguna vez. Su voz le llegaba desde allá, muy lejos. De donde los muertos, los muertos que en aquellas tardes silenciosas a menudo le hablaban. "Parece que Dios te haya hecho de barro basándose en mí. Yo creo que somos la misma, ¿no crees?" La voz regresaba, y chirriaba como aquellos goznes. "No hagáis ruido", les espetaba en silencio. Pero no. No le obedecían; obedecían a otro, a una fuerza superior que venía de dentro del cuarto; una fuerza que le alcanzaba y traía aquellos recuerdos a su memoria.... "No sé, mamá... No lo sé" El viento venía de dentro, y al empujar la madera, ella notó... ... Oct 3 que todo su cuerpo comenzaba a transpirar, sintió náuseas. Su mamá la atendió (como ya la había antedido en el pasado). Este acercamiento a la mamá joven (una mujer más joven que ella) tuvo un efecto fuerte en Julia: sintió el olor maternal y retrocedió años, siglos. Miró a su madre de frente y entendió que su madre era un ser triste. Recién lo entendía hoy ¿sería tarde? ( y es que ¿estaba en su propio pasado o en el futuro de su madre? ¿O en definitiva era lo mismo? Hoy es pasado y futuro. La voz dura de su padre la trajo a la realidad, si es que algo de real había en ese momento... Daba igual lo que dijera. Las palabras de ese ser tan lejano en la inmediatez de la vida cotidiana tenían rango de ley. Anulaban cualquier deseo o ilusión que esa mujer pudiera tener (¿o era ella misma?). Una idea cruzó entonces su mente como un fogonazo: ¿no sería eso lo que le trataba de decir el espejo con insultante frecuencia en los últimos tiempos?, ¿a qué otra cosa podía deberse si no que de un tiempo a esta parte la imagen que apenas adivinaba entre el vaho del lavabo fuera cada vez más parecida a la que desde siempre había asociado a la palabra "madre"? Mareaba el duelo entre estas imágenes del pasado reciente (pasado? reciente?) y la angustiante realidad del presente. Un lapso indeterminado, sentimientos, sensaciones, todo transcurrido como un fogonazo en la pantalla de su mente! Y la mano devolviéndole aún la rugosidad de la puerta, y este extraño viento soplando desde el interior de una habitación mil veces hollada pero convertida de pronto en paisaje de misterio no excento de peligro... ...y aquellas terrible palabras en el teléfono, y el seco saludo desde el auto... vida y muerte... pasado y presente (embustes del tiempo)... Se sintió tambalear junto al abismo de la locura y, presa de un pánico primordial, terminó de abrir la puerta con un seco empujón. Al abrir la puerta se encontró con lo inesperado. La luz cegadora de su interior se reflejaba en los ojos de aquel extraño. Extraño que la esperaba y que estaba seguro de que ella llegaría. Él tendió su mano y la invitó a cruzar el umbral. Ella aceptó, quiso aceptar, pero se percató que sus piernas no respondían. Quizá no era el momento de ese encuentro sino de otro más importante. El encuentro con... ella misma. Y ella misma le dijo: Hola Julia ¿por qué tardaste tanto en venir a ayudar a mamá?... No hubo respuesta; y en la mortecina luz de la habitación, que segundos antes le había parecido deslumbrante frente a la penumbra de la escalera, distinguió el espejo, que desde el fondo de la estancia, le observaba con aquel rostro extraño que no era sino el de ella misma, o el de su madre. Julia enmudeció; la mirada se fue hacia su derecha, donde las cortinas golpeaban contra la pared; la ventana abierta chirriaba, y un muñeco, colgado del techo, se agitaba, movido por el viento, como la siniestra imagen del colgado de una baraja de cartas. Una voces se escuchaban desde más allá de la ventana, y no supo si aquel tenue murmullo era el de la respiración de él, o el del viento, que le iba susurrando al oído: "acércate..." No entiendo - balbuceó con un hilo de voz - Quién eres?, quién somos? Qué es esta pesadilla? Y la voz de esa otra Julia que le sonreía desde el fondo del espejo dijo quedamente en el fondo de su mente: - Has vivido huyendo de este momento, has pasado por el mundo sin dejar huellas por no enfrentar lo que enfrentas en este cuarto. Llámalo pesadilla si quieres, huye si quieres, la puerta está abierta... Pero conoces el precio, el de seguir como hasta hoy, sabiendo que tuviste la oportunidad de saber y la dejaste pasar! -Soy yo, soy tú. Ya sabes. Pero Julia no sabía, no quería saber, pero el destino la había alcanzado y ya no podía volver atrás. Era uno de esos momentos en que se siente que el umbral que se acaba de trasponer cierra su puerta, inexorablemente, y todo es uno: pasado, futuro, risa, llanto, yo, tú. Y sólo en ese momento pudo escuchar nítidamente las palabras... saliendo de su boca inmóvil: -Te quiero, te acepto, te necesito, Julia. El tiempo que no ha transcurrido es tiempo por venir, tiempo para vivir. Tu tiempo, mi tiempo... Nuestro tiempo. Nuestro reencuentro es necesario y nos hace crecer. Déjame que te cuente mis miedos, Julia. Aprenderé de los tuyos, también de tus sueños y logros de los últimos tiempos y juntos, podremos seguir en la búsqueda de los demás. "¿Recuerdas a...?" No logró terminar la frase. El dolor en el pecho, en el alma, al ver como se desvanecía la figura, no se lo permitió. Julia oscilaba entra la realidad y la ficción. Julia niña habló en un idioma nunca oído, como cuentan que fue el idioma antes de Babel. A medida que ella mencionaba una cosa, la cosa se corporizaba frente a Julia, dicen que asì de perfecta era la lengua antes de aquel gran desacuerdo humano. Julia fue testigo de momentos de su vida que normalmente la visitaban como sueños. Momentos contra los que había luchado con terapias y mil inventos más pero que persistían. Como eterna huidora, podría haber optado por escapar (¿podría?) Sin embargo se quedó a mirar porque la señal se presentaba nuevamente: era el momento de entender, tal vez de perdonar. ¿Pasaron diez minutos, seis vidas, un segundo? Quién podría afirmarlo. Julia está sentada en un sillón en su casa, serena a pesar de la revolución que acaba de producirse en su vida. Se levanta y camina hacia la ventana instintivamente, mira a través del vidrio porque necesita mirar ese lugar en el que acaba de vivir una experiencia tan fuerte y descubre que enfrente de su casa, hay una plaza. Y allí, sentada en un columpio, vislumbra a una niña. Tiene los ojos brillantes y ríe mientras alguien la hace volar cada vez más alto. Esta vez la niña no es ella, aunque sus ojos...aunque... quien empuja a la niña se gira, y es su madre. Más mayor que nunca, las arrugas dibujando un mapa desconcertante: una expresión que la sacude como un torbellino; una expresión nunca vista. Esbozando una sonrisa, su madre la mira. E, instintivamente, Julia se acaricia el estómago y piensa que la función puede empezar todavía una y mil veces... El teléfono la saca del ensueño, la voz de un empleado la conecta con el mundo concreto. Que mil disculpas, que jamás había pasado algo así, que por supuesto ella estaba en su derecho de accionar contra la compañía, que estar sin servicio telefónico es algo que a cualquiera indigna, que a partir de ahora el servicio estaba funcionando correctamente con éste, el primer llamado en ... tres meses. Entonces comprende que ésta es la función que se repite cada día, igual, a esta hora... Y cerrando los ojos, comienza a escuchar el timbre del teléfono, y se ve a sí misma respondiendo, y a continuación subiendo las escaleras, y siente el mismo estremecimiento, y el tacto de la madera conforme la puerta del cuarto se abre... ¿Qué significa que esto deba repetirse cada día, siempre, a esta misma hora? ¿Qué significan las palabras que le dice el espejo siempre, al entrar a aquella habitación vacía? ¿Tiene algún sentido, cómo puede encontrarlo y así romper esta maldición que pesa sobre su vida? Desde el fondo de su soledad, Julia se hace estas preguntas, pero ninguno de los muñecos que, inertes, la observan desde distintos puntos de la habitación, logran responderle. Las voces siguen llegando desde la ventana. Son las de una niña, y las de su madre. Julia se tapa los oídos... Si éste es el primer llamado en tres meses... ¿cómo puede ser que...? No se atrevió a decírselo a la voz asexuada al otro lado de la línea. Colgó, y trató de no escuchar las voces que seguían hablandole en su cabeza. Julia se arma de valor, decide encontrar la respuesta. Vestida aún con sus descuidadas ropas de andar por casa, recoge su bolso y sus llaves y sale a la calle. La luz le ciega al principio, pero poco después sus ojos se acostumbran al tímido sol que quiere despuntar por entre las nubes. La calle está desierta. Todo iba encajando en los laberintos de su cabeza. Desde afuera, su historia la reclama. Parece que se dió cuenta que Julia puede por primera vez en su vida, indagar en sus momentos cruciales. Desde dentro, un sinfín de marionetas y un novio (¿será él también una marioneta o tal vez un Gepetto perverso?). Julia piensa que tal vez, su historia le esté brindando la única herramienta para deshacer la fantasía del cuarto de arriba. ¿O será al revés? No sabía, pero tenía que descubrirlo, de manera que con una bocanada de coraje. aceleró el paso y descendió apresurada las escaleras del subterráno, decidida a ir a ver a su novio y preguntarle qué tenía él que ver con todo esto. La aglomeración de gente, el calor y la falta de aire la marearon un poco. Todo daba vueltas en su cabeza. Las piernas le temblaban y el sudor le corría por la nuca. No se daba cuenta que estaba mareada por el miedo, no por la falta de aire. De repente, alguien le palmeó un hombro... era ella misma otra vez. Un calco: el mismo peinado, la misma ropa, la misma voz y para Julia, el mismo pánico. "Hay un tiempo para todo Julia, un tiempo para ser hijos y un tiempo para ser padres. Uno para ser feliz y otro para derramar lágrimas. Y llegará el día de cesar" La otra Julia habló sin mover los labios mientras apoyaba un brazo sobre los hombros de Julia. Horrorizada sintió su propio perfume cuando se le acercó la desconocida conocida. Trató de hablar pero no pudo, su boca se abría pero no tenía dominio sobre las cuerdas vocales. Entendió, frutrada, que esto no era un diálogo. ¿Era un sermón? ¿Volver, hacer las valijas y huir, otra vez? La otra mujer desapareció tan repentinamente como había llegado. Náuseas otra vez, impotencia y miedo. La misma sensación de sobrar en el mundo que la perseguía desde niña y que la obligaba a huir. ¿Entonces era éso? El tiempo se acelera y arranca a Julia del vagón de subte y la deposita frente a la puerta de la casa de su novio. Escucha voces discutiendo dentro del departamento. Intrigada, abre la puerta con su llave. En la sala está su novio discutiendo con ella misma, mejor dicho con la otra Julia....
[Edited at 2003-10-05 18:18] ▲ Collapse | | |