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Portuguese to Spanish: História do Povo Brasileiro (fragmento), de Darcy Ribeiro General field: Social Sciences Detailed field: Anthropology
Source text - Portuguese A costa atlântica, ao longo dos milênios, foi percorrida e ocupada por inumeráveis povos indígenas. Disputando os melhores nichos ecológicos, eles se alojavam, desalojavam e realojavam, incessantemente. Nos últimos séculos, porém, índios de fala tupi, bons guerreiros, se instalaram, dominadores, na imensidade da área, tanto à beira-mar, ao longo de toda a costa atlântica e pelo Amazonas acima, como subindo pelos rios principais, como o Paraguai, o Guaporé, o Tapajós, até suas nascentes.
Configuraram, desse modo, a ilha Brasil, de que falava o velho Jaime Cortesão (1958), prefigurando, no chão da América do Sul, o que viria a ser nosso país. Não era, obviamente, uma nação, porque eles não se sabiam tantos nem tão dominadores. Eram, tão-só, uma miríade de povos tribais, falando línguas do mesmo tronco, dialetos de uma mesma língua, cada um dos quais, ao crescer, se bipartia, fazendo dois povos que começavam a se diferenciar e logo se desconheciam e se hostilizavam.
Se a história, acaso, desse a esses povos Tupi uns séculos mais de liberdade e autonomia, é possível que alguns deles se sobrepusessem aos outros, criando chefaturas sobre territórios cada vez mais amplos e forçando os povos que neles viviam a servi-los, os uniformizando culturalmente e desencadeando, assim, um processo oposto ao de expansão por diferenciação.
Nada disso sucedeu. O que aconteceu, e mudou total e radicalmente seu destino, foi a introdução no seu mundo de um protagonista novo, o europeu. Embora minúsculo, o grupelho recém-chegado de além-mar era superagressivo e capaz de atuar destrutivamente de múltiplas formas. Principalmente como uma infecção mortal sobre a população preexistente, debilitando-a até a morte.
Esse conflito se dá em todos os níveis, predominantemente no biótico, como uma guerra bacteriológica travada pelas pestes que o branco trazia no corpo e eram mortais para as populações indenes. No ecológico, pela disputa do território, de suas matas e riquezas para outros usos. No econômico e social, pela escravização do índio, pela mercantilização das relações de produção, que articulou os novos mundos ao velho mundo europeu como provedores de gêneros exóticos, cativos e ouros.
No plano étnico-cultural, essa transfiguração se dá pela gestação de uma etnia nova, que foi unificando, na língua e nos costumes, os índios desengajados de seu viver gentílico, os negros trazidos de África, e os europeus aqui querenciados. Era o brasileiro que surgia, construído com os tijolos dessas matrizes à medida que elas iam sendo desfeitas.
Reconstituir esse processo, entendê-lo em toda a sua complexidade, é meu objetivo neste livro. Parece impossível, reconheço. Impossível porque só temos o testemunho de um dos protagonistas, o invasor. Ele é quem nos fala de suas façanhas. É ele, também, quem relata o que sucedeu aos índios e aos negros, raramente lhes dando a palavra de registro de suas próprias falas. O que a documentação copiosíssima nos conta é a versão do dominador. Lendo-a criticamente, é que me esforçarei para alcançar a necessária compreensão dessa desventurada aventura.
Tarefa relevantíssima, em dois planos. No histórico, pela reconstituição da linha singular e única de sucessos através dos quais chegamos a ser o que somos, nós, os brasileiros. No antropológico, porque o processo geral de gestação de povos que nos fez, documentadíssimo aqui, é o mesmo que fez surgir em outras eras e circunstâncias muitos outros povos, como a romanização dos portugueses e dos franceses, por exemplo, de cujo processo de fazimento só temos notícias escassas e duvidosas.
Translation - Spanish La costa atlántica, a lo largo de los milenios, fue recorrida y ocupada por innumerables pueblos indígenas. Disputando los mejores nichos ecológicos, ellos se alojaban, desalojaban y realojaban, incesantemente. En los últimos siglos, sin embargo, indios de habla tupí, buenos guerreros, se instalaron, dominadores, en la inmensidad del área, tanto a orilla del mar, a lo largo de toda la costa atlántica y por el Amazonas arriba, como subiendo por los ríos principales, como el Paraguay, el Guaporé, o Tapajós, hasta sus nacientes.
Configuraron, de este modo, la isla Brasil, de la que hablaba el viejo Jaime Cortesão (1958), prefigurando, en el suelo de América del Sur, lo que vendría a ser nuestro país. No era, obviamente, una nación, porque ellos no se sabían tantos ni tan dominadores. Eran, tan sólo, una miríada de pueblos tribales, hablando lenguas del mismo tronco, dialectos de una misma lengua, cada uno de los cuales, al crecer, se bipartía, haciendo dos pueblos que comenzaban a diferenciarse y en seguida se desconocían y se hostilizaban.
Se la historia, por acaso, le diera a esos pueblos Tupí unos siglos más de libertad y autonomía, es posible que algunos de ellos se sobrepusieran a otros, creando jefaturas sobre territorios cada vez más amplios y forzando a los pueblos que en ellos vivían a servirlos, uniformizándolos culturalmente y desencadenando, así, un proceso opuesto al de expansión por diferenciación.
Nada de eso sucedió. Lo que ocurrió, y cambió total y radicalmente su destino, fue la introducción en su mundo de un protagonista nuevo, el europeo. Aunque minúsculo, el grupejo recién llegado de ultramar era superagresivo y capaz de actuar destructivamente de múltiples formas. Principalmente como una infección mortal sobre la población preexistente, debilitándola hasta la muerte.
Ese conflicto se da en todos los niveles, predominantemente en el biótico, como una guerra bacteriológica trabada por las pestes que el blanco traía en el cuerpo y eran mortales para las poblaciones indemnes. En el ecológico, por la disputa del territorio, de sus bosques y riquezas para otros usos. En el económico y social, por la esclavización del indio, por la mercantilización de las relaciones de producción, que articuló los nuevos mundos al viejo mundo europeo como proveedores de géneros exóticos, cautivos y oros.
En el plano étnico-cultural, esa transfiguración se da por la gestación de una etnia nueva, que fue unificando, en la lengua y en las costumbres, a los indios desacoplados de su vivir gentílico, a los negros traídos de África, y a los europeos aquí aquerenciados. Era el brasileño que surgía, construyendo con los ladrillos de esas matrices a medida que eran deshechas.
Reconstituir ese proceso, entenderlo en toda su complejidad, es mi objetivo en este libro. Parece imposible, reconozco. Imposible porque sólo tenemos el testimonio de uno de los protagonistas, el invasor. Es él quien nos habla de sus hazañas. Es él, también, quien relata lo que les sucedió a los indios y a los negros, raramente dándoles la palabra de registro de sus propios relatos. Lo que la documentación copiosísima nos cuenta es la versión del dominador. Leyéndola críticamente, es que me esforzaré para alcanzar la necesaria comprensión de esa desventurada aventura.
Tarea relevantísima, en dos planos. En el histórico, por la reconstitución de la línea singular y única de sucesos a través de los cuales llegamos a ser lo que somos, nosotros, los brasileños. En el antropológico, porque el proceso general de gestación de pueblos que nos hizo, documentadísimo aquí, es el mismo que hizo surgir en otras eras y circunstancias muchos otros pueblos, como la romanización de los portugueses y de los franceses, por ejemplo, de cuyo proceso de elaboración sólo tenemos noticias escasas y dudosas.
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