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Spanish to French: Commerce équitable General field: Other
Source text - Spanish El Comercio Justo (CJ) es una forma de comercio que contribuye al desarrollo sostenible al ofrecer a los productores y trabajadores marginados (especialmente en países de Asia, África y América Latina) una compensación justa por su trabajo, así como unas condiciones laborales dignas y respetuosas con el medio ambiente (World Fair Trade Organization, 2011). Esta organización lo define como: “una asociación comercial, que mediante el diálogo, la transparencia y el respeto, busca una mayor igualdad y justicia en el comercio internacional”. A partir de este principio fundamental, la World Fair Trade Organization (WFTO) prescribe diez principios o estándares que describen las prácticas laborales que deben cumplir las organizaciones de CJ (World Fair Trade Organization, 2011), véase el cuadro 1.
El que un producto se caracterice por ser de CJ implica que en su cultivo, creación, fabricación y resto de procesos se hayan respetado los diez principios del CJ. Este tipo de productos se caracterizan por ser comprados directamente a los productores, quienes reciben normalmente una prefinanciación y un precio justo por los mismos (Buendía, Coque y Vidal, 2001; De Juan, 2004).
El CJ se originó tras la II Guerra Mundial, encontrando su primer ejemplo en 1946 en Estados Unidos, cuando la organización entonces llamada Self Help Crafts (hoy día llamada Ten Thousand Villages) comenzó a vender bordados y trabajos de costura producidos por mujeres pobres de Puerto Rico (International Fair Trade Association, 2011). En la década siguiente, el movimiento internacional del CJ fue desarrollándose con el objetivo de comercializar los productos de los países del “Sur”1 de una manera justa y solidaria, de forma que se impulsase su desarrollo social y económico. En Europa, la organización Oxfam puso en marcha la primera iniciativa de CJ en el Reino Unido. Dicha organización fue creada con el objetivo de paliar el hambre de los refugiados y, desde finales de los años 50, comenzó a vender productos de artesanía realizados por refugiados chinos (Gendron, 2008).
A nivel institucional, el sistema del CJ se originó en 1964 en el marco de la conferencia de la Comisión de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (United Nations Conference on Trade and Development, UNCTAD) de Ginebra, en la que se introdujo la idea de sustituir las ayudas económicas al desarrollo de los países del tercer mundo por un régimen de apertura comercial de los mercados de alto poder adquisitivo a determinados productos de aquellos países (European Fair Trade Association, 2006). Dada la escasa acogida a esta primera tentativa, los países del Tercer Mundo expresaron de nuevo su deseo de sustituir las ayudas por un comercio basado en relaciones de justicia y equidad en la reunión de la UNCTAD en Delhi (India) en 1968.
Así nacieron las llamadas tiendas “UNCTAD”, para vender productos de países subdesarrollados gracias a la eliminación de aranceles. Como consecuencia de esta iniciativa se crearon una serie de tiendas solidarias en algunos países europeos. La primera de ellas se inauguró en 1969 en el pueblo holandés de Breukelen, difundiéndose el movimiento rápidamente por otros países europeos (Alemania, Suiza, Austria, Francia, Suecia, Gran Bretaña y Bélgica). Estos establecimientos gozaron de un gran éxito de ventas, llegando a importar los productos que comercializaban directamente (International Fair Trade Association, 2011). Ya en 1967, antes de la aparición de estas tiendas solidarias, una organización católica de los Países Bajos (SOS Wereldhandel) había comenzado a vender por catálogo productos artesanales importados de países del “Sur”.
En 1973, se empezó a comercializar el primer producto de alimentación importante: el café Fairtrade, producido por cooperativas de Guatemala bajo la marca Indio Solidarity Coffee. El café pronto se convirtió en el producto estrella del CJ y supuso un importante aumento en las ventas del sector contribuyendo decisivamente a la popularización del movimiento (International Fair Trade Association, 2011). No obstante, durante los años 70, la venta de productos de CJ se consideraba sobre todo una forma de dar información y sensibilizar a la población sobre los problemas del Tercer Mundo, por lo que las tiendas solidarias cumplían una importante labor de difusión de las campañas del CJ (European Fair Trade Association, 2006).
La expansión del Comercio Justo y las iniciativas de certificación
Desde finales de los años 70, la evolución del CJ se caracterizó por el aumento de los productos comercializados y por el desarrollo de campañas de sensibilización que pretendían ampliar los mercados para estos productos más allá de su nicho inicial (European Fair Trade Association, 2006).
La manera de comercializar los productos de CJ también ha ido evolucionando; desde una distribución limitada a las tiendas solidarias, a una más amplia, con presencia en los grandes canales de distribución de los productos de consumo (Renard, 2003). Según este autor, dicho cambio ha precisado de un sistema de certificación que asegurase la confianza del consumidor en los productos y la filosofía del sistema. De esta forma, en 1989 apareció el primer sello de CJ, Max Havelaar, en Holanda. Esta iniciativa tuvo un gran éxito y se extendió rápidamente por otros países europeos como Bélgica, Suiza, Dinamarca, Suecia y Francia (International Fair Trade Association, 2011).
Translation - French Le commerce équitable est une forme de commerce qui contribue au développement durable en garantissant aux producteurs et travailleurs marginalisés (particulièrement dans les pays d’Asie, d’Afrique et d’Amérique latine) une rémunération juste pour leur travail ainsi que des conditions de travail décentes et respectueuses de l’environnement (World Fair Trade Organisation, 2011b). La World Fair Trade Organization (WFTO) définit le commerce équitable comme étant « un partenariat commercial fondé sur le dialogue, la transparence et le respect visant à garantir une plus grande équité dans le commerce international ». Sur la base de cette définition, la WFTO a établi dix principes, ou standards, que doivent respecter les organisations de commerce équitable (World Fair Trade Organization 2011b).
Un produit sera qualifié d’équitable s’il est cultivé, créé ou fabriqué dans le respect de ces dix principes. Les produits équitables sont achetés directement et à un prix juste aux producteurs, lesquels bénéficient, en règle générale, d’un préfinancement (Buendía, Coque et Vidal 2001 ; De Juan 2004).
Le commerce équitable est apparu après la Seconde Guerre mondiale, plus précisément en 1946 aux États-Unis, lorsque Self Help Crafts (aujourd’hui Ten Thousand Villages) s’est lancé dans la vente de broderies et de travaux de couture réalisés par des femmes défavorisées de Porto Rico (World Fair Trade Organization 2011a). Lors de la décennie suivante, le mouvement international du commerce équitable s’est développé avec pour objectif de commercialiser, de manière juste et solidaire, les produits des pays du Sud afin de favoriser le développement social et économique de ces pays. En Europe, Oxfam a lancé la première initiative de commerce équitable au Royaume-Uni. Cette organisation a été créée afin de lutter contre la faim des réfugiés et, à partir de la fin des années 1950, a commencé à vendre des produits d’artisanat fabriqués par des réfugiés chinois (Gendron 2008).
Sur le plan institutionnel, le commerce équitable a vu le jour en 1964 lors de la première session de la Conférence des Nations Unies sur le commerce et le développement qui s’est tenue à Genève. À cette occasion, les pays du Sud ont suggéré de remplacer les aides financières par l’ouverture des marchés du Nord à certains produits du Sud (European Fair Trade Association 2006). Cette proposition ayant reçu un accueil mitigé, les pays en développement ont, lors de la deuxième session de la Conférence des Nations Unies sur le commerce et le développement (1968 New Delhi, Inde), exprimé une nouvelle fois leur souhait de remplacer les aides économiques par une forme de commerce reposant sur des relations commerciales justes et équitables.
C’est ainsi que naissent en Europe les premiers « magasins du monde », qui, grâce à la suppression des droits de douane, proposent à la vente des produits provenant des pays en développement. Après l’ouverture du premier magasin du monde en 1969 à Breukelen (Pays-Bas), le mouvement s’étend rapidement à d’autres pays européens (Allemagne, Suisse, Autriche, France, Suède, Grande-Bretagne et Belgique). Ces magasins connaissent un tel succès qu’ils décident d’importer directement les produits qu’ils commercialisent (World Fair Trade Organization 2011a). En 1967, avant même l’apparition des magasins du monde, une organisation catholique des Pays-Bas (SOS Wereldhandel), proposait déjà dans son catalogue des produits artisanaux importés de pays du Sud.
L’année 1973 marque les débuts de la commercialisation du premier produit alimentaire de grande consommation : le café équitable, produit par des coopératives du Guatemala et vendu sous la marque Indio Solidarity Coffee. Le café est devenu le produit phare du commerce équitable et a entraîné une forte augmentation des ventes dans le secteur, ce qui a permis de faire connaître le mouvement (World Fair Trade Organization 2011a). Néanmoins, dans les années 1970, la vente de produits issus du commerce équitable était avant tout considérée comme une manière d’informer les citoyens et de les sensibiliser aux problèmes des pays en développement. Les magasins du monde jouaient par conséquent un rôle majeur dans la diffusion des campagnes du commerce équitable (European Fair Trade Association 2006).
Expansion du commerce équitable et initiatives de labellisation
À partir de la fin des années 1970, on assiste à une augmentation du nombre de produits équitables commercialisés ainsi qu’à l’apparition de campagnes de sensibilisation qui cherchaient à élargir le marché afin que ces produits ne soient plus considérés comme des produits de niche (European Fair Trade Association 2006).
Le mode de commercialisation des produits équitables a lui aussi évolué. Limités à l’origine aux magasins du monde, les produits équitables ont ensuite été introduits dans la grande distribution (Renard 2003). Selon Renard (2003), ce changement devait s’accompagner d’un système de labellisation pour gagner la confiance du consommateur et obtenir son adhésion à la philosophie du système. C’est ainsi qu’en 1989 est apparu aux Pays-Bas le premier label du commerce équitable : Max Havelaar. Forte de son succès, cette initiative s’est rapidement répandue dans d’autres pays d’Europe comme la Belgique, la Suisse, le Danemark, la Suède et la France (World Fair Trade Organization 2011a).
English to French: Sustainable investing basics General field: Other
Source text - English Sustainable Investing Basics
What is sustainable investing?
Sustainable investing is an investment discipline that considers environmental, social and corporate governance (ESG) criteria to generate long-term competitive financial returns and positive societal impact.
Sustainable Investment Assets in the United States: According to the US SIF Foundation’s 2020 Report on US Sustainable and Impact Investing Trends, as of year-end 2019, one out of every three dollars under professional management in the United States—$17.1 trillion—was managed according to sustainable investing strategies.
Motivations: There are several motivations for sustainable investing, including personal values and goals, institutional mission, and the demands of clients. Sustainable investors aim for strong financial performance, but also believe that these investments should be used to contribute to advancements in social, environmental and governance practices. They may actively seek out investments that are likely to provide important societal or environmental benefits. Some investors embrace sustainable investing strategies to manage risk and fulfill fiduciary duties; they review ESG criteria to assess the quality of management and the likely resilience of their portfolio companies in dealing with future challenges. Some are seeking financial outperformance over the long term; a growing body of academic research shows a strong link between ESG and financial performance.
Terminology: Just as there is no single approach to sustainable investing, there is no single term to describe it. Depending on their emphasis, investors use such labels as: community investing, ethical investing, green investing, impact investing, responsible investing, socially responsible investing, and values-based investing, among others.
What strategies do sustainable investors use?
Traditionally, sustainable investors have focused on one or both of two strategies. The first is ESG incorporation, the consideration of environmental, community, other societal and corporate governance (ESG) criteria in investment analysis and portfolio construction across a range of asset classes. Approaches to ESG incorporation include positive/best-in-class screening, negative/exclusionary screening, ESG integration, impact investing and sustainability themed investing. An important segment, community investing, seeks explicitly to finance projects or institutions that will serve poor and underserved communities in the United States and overseas.
The second strategy, for those with shares in publicly traded companies, is filing shareholder resolutions and practicing other forms of shareholder engagement. Sustainable investing strategies work together to encourage responsible business practices and to allocate capital for social and environmental benefit across the economy.
How large is the sustainable investing marketplace?
The US SIF Foundation's Report on US Sustainable and Impact Investing Trends identified $17.1 trillion in total assets under management at the end of 2019 using one or more sustainable investing strategies, a 42 percent increase from the $12.0 trillion identified two years prior. This represents 33 percent, or one in three dollars, of the $51.4 trillion in total US assets under professional management tracked by Cerulli Associates.
Who are sustainable investors?
Sustainable investors comprise individuals, including average retail investors to very high net worth individuals and family offices, as well as institutions, such as universities, foundations, pension funds, nonprofit organizations and religious institutions. There are hundreds of investment management firms that offer sustainable investment funds and vehicles for these investors.
Practitioners of sustainable investing can be found throughout the United States. Examples include:
- Individuals who invest—as part of their savings or retirement plans—in mutual funds that specialize in seeking companies with good labor and environmental practices.
- Hospitals and medical schools that refuse to invest in tobacco companies.
- Foundations that support community development loan funds and other high social impact investments in line with their missions.
- Religious institutions that file shareholder resolutions to urge companies in their portfolios to meet strong ethical and governance standards.
- Venture capitalists that identify and develop companies that produce environmental services, create jobs in low-income communities or provide other societal benefits.
- Responsible property funds that help develop or retrofit residential and commercial buildings to high energy efficiency standards.
- Public pension plan officials who have encouraged companies in which they invest to reduce their greenhouse gas emissions and to factor climate change into their strategic planning.
What is Shareholder Engagement?
Owning shares in a company gives investors a channel through which to raise environmental, social and corporate governance issues of concern. By filing or co-filing advisory shareholder resolutions at US companies, which may proceed to a vote by all shareholders in the company, active shareholders bring important issues to the attention of company management, often winning media attention and educating the public. Moreover, resolutions need not come to a vote to be effective. The process of filing often prompts productive discussion and agreements between the filers and management that enable the filers to withdraw their resolutions.
From 2018 through the first half of 2020, 149 institutional investors and 56 investment managers collectively controlling $1.98 trillion in assets at the start of 2020 led or co-led shareholder resolutions on ESG issues. Investors filed more than 750 resolutions relating to environmental, social and governance issues for the 2020 proxy season. The leading issue raised in shareholder proposals, based on the number of proposals filed from 2018 through 2020, was disclosure and management of corporate political spending and lobbying. Shareholders filed 270 proposals on this subject during this period. Many of the targets were companies that have supported trade organizations that oppose regulations to curb greenhouse gas emissions. Investors are also focusing attention on ending de facto workplace discrimination on the basis of ethnicity and sex - they filed a total of 228 proposals on these and related fair labor issues. Recent ESG resolutions have also addressed climate change, executive pay, human rights and board diversity.
In addition to filing or co-filing shareholder resolutions, investors can also actively vote their proxies, engage in dialogue with corporate management or join shareholder coalitions as a means to encourage companies to improve their environmental, social and corporate governance practices. In addition, investors can participate in public policy initiatives, working with government regulatory agencies, and testify and report on ESG investment issues to Congress.
Translation - French Investissement durable : l’essentiel
Qu’est-ce que l’investissement durable ?
Il s’agit d’un type d’investissement qui prend en compte des considérations environnementales, sociales et de gouvernance (ESG) afin de générer des rendements financiers compétitifs sur le long terme et un impact social positif.
Actifs d’investissement durable aux États-Unis : Selon le rapport de 2020 de l’US SIF Foundation intitulé Report on US Sustainable and Impact Investing Trends, fin 2019, un tiers des capitaux sous mandat de gestion professionnelle aux États-Unis (17 100 milliards de dollars) a été géré selon des stratégies d’investissement durable.
Motivations : On peut se lancer dans l’investissement durable pour diverses raisons : valeurs et objectifs personnels, mission institutionnelle ou encore exigences des clients. Les investisseurs visent de hautes performances financières mais sont également convaincus que leurs investissements doivent permettre des avancées dans les pratiques sociales, environnementales et de gouvernance. Ils sont activement à la recherche d’investissements pouvant bénéficier fortement à la société et à l’environnement. Certains adoptent des stratégies d’investissement durable pour la gestion des risques et pour répondre à des obligations fiduciaires. Ils examinent les critères ESG afin d’évaluer la qualité du management et la résistance des sociétés de leur portefeuille face à des défis futurs. Certains recherchent des surperformances financières sur le long terme. Un nombre grandissant de travaux académiques mettent en évidence un lien étroit entre critères ESG et performance financière.
Terminologie : Il y a plusieurs façons d’aborder le thème des investissements durables et par conséquent diverses manières de le dénommer. Selon leur positionnement, les investisseurs utilisent des termes tels que : investissement communautaire, éthique, vert, à impact social, responsable, socialement responsable ou encore fondé sur des valeurs.
Quelles sont les stratégies utilisées dans les investissements durables ?
Deux stratégies sortent du lot. La première est la prise en compte des critères ESG, soit de critères environnementaux, communautaires, d’autres critères sociétaux et de gouvernance d’entreprise (ESG) lors de l’évaluation d’un investissement ou la construction d’un portefeuille à travers un éventail de classes d’actifs. Différentes approches sont possibles comme le filtrage positif, aussi appelé best-in-class, le filtrage négatif, l’intégration ESG, l’investissement à impact social et l’approche thématique. Une branche importante, l’investissement communautaire, vise à financer des projets bénéficiant à des communautés pauvres et défavorisées aux États-Unis et ailleurs.
La seconde stratégie, destinée aux actionnaires de sociétés cotées en bourse, consiste à déposer des propositions d’actionnaires et à pratiquer d’autres formes d’engagement actionnarial. Les stratégies d’investissement favorisent des pratiques responsables et permettent d’allouer du capital ayant un impact positif sur la société et l’environnement à travers l’économie.
Quelle est l’importance du marché des investissements durables ?
L’US SIF Foundation dans son rapport de 2020 Report on US Sustainable and Impact Investing Trends a comptabilisé fin 2019 17 100 milliards d’actifs sous gestion utilisant au moins une stratégie d’investissement durable, soit une augmentation de 42 % par rapport aux deux années précédentes (12 000 milliards de dollars). Cela représente 33 % (un dollar sur trois) des 51 400 milliards de dollars d’actifs étasuniens sous gestion professionnelle comptabilisés par Cerulli Associates.
Qui se lance dans l’investissement durable ?
Il peut s’agir de particuliers, que ce soit un petit épargnant, un particulier très fortuné ou encore un gestionnaire de patrimoine, mais aussi d’institutions telles que des universités, fondations, caisses de pension, organisations à but non lucratif ou institutions religieuses. Il existe de nombreuses sociétés de gestion de placement proposant des fonds d'investissement et des solutions durables pour ces investisseurs.
Les États-Unis regorgent d’investisseurs pratiquant l’investissement durable dont voici quelques exemples :
- particuliers investissant une partie de leurs économies ou de leur plan de retraite dans des sociétés d’investissement spécialisées dans la recherche d’entreprises ayant de bonnes pratiques environnementales et de travail
- hôpitaux et écoles de médecine refusant d’investir dans l’industrie du tabac
- fondations soutenant des fonds d’emprunt en développement communautaire ou d’autres investissements à fort impact social en accord avec leurs missions
- institutions religieuses déposant des propositions d’actionnaires afin d’inciter les entreprises de leur portefeuille à atteindre de solides critères éthiques et de gouvernance
- capital-risqueurs identifiant et développant des entreprises qui proposent des services environnementaux, créent des emplois dans des communautés à faible revenu ou offrent d’autres avantages sociétaux
- fonds immobiliers responsables aidant au développement ou au ré aménagement de bâtiments résidentiels ou commerciaux pour qu’ils répondent aux normes d’efficacité énergétique
- fonctionnaires des régimes publics de retraite ayant encouragé les entreprises dans lesquelles ils investissent à réduire leurs émissions de gaz à effet de serre et à prendre en compte le changement climatique dans leur planification stratégique.
Qu’est-ce que l’engagement actionnarial ?
Posséder des actions dans une entreprise donne aux investisseurs la possibilité de soulever des questions d’ordre environnemental, social ou de gouvernance. En déposant ou co-déposant des propositions consultatives d’actionnaires auprès d’entreprises étasuniennes, pouvant aboutir au vote de tous les actionnaires, les actionnaires actifs attirent l’attention de la direction des entreprises sur des sujets importants. Cela leur permet souvent de gagner l’attention des médias et d’informer le public. De plus, un vote n’est pas toujours nécessaire pour permettre l’entrée en vigueur de ces propositions puisque ce processus mène souvent à des discussions productives et à des accords entre les déposants et la direction, permettant ainsi aux déposants de retirer leurs propositions.
Entre 2018 et la première moitié de 2020, 149 investisseurs institutionnels et 56 gestionnaires d’investissements contrôlant collectivement 1 980 milliards de dollars en actifs début 2020 ont mené ou co-mené des propositions d’actionnaires portant sur des questions ESG. On compte plus de 750 résolutions déposées par des investisseurs sur des questions ESG pour la saison des procurations 2020. La question principale de ces propositions, d’après le nombre de propositions déposées entre 2018 et 2020, était la divulgation d’informations et la gestion des dépenses politiques des entreprises et du lobbying. Durant cette période, 270 propositions ont été déposées sur ce sujet. Les entreprises ayant soutenu des organisations commerciales qui s’étaient opposées à des règlementations pour réduire les émissions de gaz à effet de serre en étaient la cible principale. Les investisseurs centrent également leur attention sur l’élimination de facto de la discrimination au travail basée sur des critères liés à l’appartenance ethnique et au genre. Ils ont déposé 228 propositions sur ces sujets et d’autres thèmes semblables. Des propositions ESG récentes concernent également le changement climatique, la rémunération des dirigeants, les droits de l’Homme et la diversité du conseil d'administration.
En plus de déposer ou co-déposer ces propositions, les investisseurs peuvent exercer leurs mandats de vote, engager un dialogue avec la direction de l’entreprise ou rejoindre des coalitions d’actionnaires afin d’encourager les entreprises à améliorer leurs pratiques ESG. Ils peuvent aussi participer à des initiatives de politiques publiques, collaborant ainsi avec des organismes de règlementation gouvernementaux, et témoigner et rendre compte de la question des investissements ESG devant le Congrès des États-Unis.
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