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French to Spanish: El diablo no vive en el infierno General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Source text - French Ce fut Mars qui fit sortir Gus de sa torpeur. Le chien n’arrêtait pas d’aboyer. Depuis qu’il était enfermé dans la remise, il commençait visiblement à trouver le temps long. Avec l’histoire des grives et des coups de feu qui lui trottaient dans la tête, Gus n’avait pas bougé d’un pouce, échafaudant mille scénarios, pour finir par ne retenir que celui d’un drame dont il avait été l’involontaire témoin. Les cris mêlés aux détonations enflaient sous son crâne, comme des colloïdes d’argile s’agglutinant sur d’autres particules, fabriquant une pâte grossissant inexorablement. Et cette pâte était sans nul doute faite de chair et de sang, homme ou femme, un cadavre sans visage et sans contours, recouvert de givre.
Mobilisant toutes les formes de volonté qu’abritait son corps, Gus se releva en prenant appui sur une chaise. La neige fondue sous ses souliers formait des flaques boueuses qui témoignaient de la chose vécue quelques heures auparavant, sans possibilité de s’en absoudre. Tel un vieillard, il se déplaça péniblement jusqu’à la porte donnant sur la cour. Le soleil perçait le brouillard par endroits en brèches divines. Il était temps de faire sortir Mars pour qu’il se dégourdisse les pattes. Gus ouvrit la porte de la remise, et aussitôt le chien déboula pour se remettre à tourner autour de son maître en jappant, oubliant que la main du libérateur était également celle du geôlier. Gus n’était toujours pas au mieux. La neige autour de lui, il la voyait rouge. Rouge sang. C’était trop bête, ces sales idées qui continuaient de galoper sous son crâne. Il décida de se ressaisir en se disant qu’il faisait fausse route, et que se concentrer sur le travail serait le meilleur remède pour contrer ce mal sournois. Il alla soigner ses bêtes, espérant ainsi oublier les cris entendus, les coups de feu et tout le reste. Il dut vite se rendre à l’évidence que ça n’avait rien de facile, parce qu’il n’arrêtait pas de penser à Abel, le seul type avec qui il lui arrivait de discuter.
Translation - Spanish Fue Marzo quien hizo salir a Gus de su letargo. El perro no dejaba de ladrar. Llevaba encerrado en la caseta un tiempo que empezaba a hacérsele largo. Con el cuento de los tordos y los disparos bulléndole en la cabeza, Gus no se había movido ni un ápice, planteándose mil escenarios, para acabar escogiendo el que significara una tragedia de la que había sido testigo involuntario. Los gritos mezclados con los disparos se hinchaban en su cabeza, como coloides de arcilla que se aglutinan sobre otras partículas para fabricar una masa que crece de forma inexorable. Y aquel amasijo estaba hecho sin duda de carne y de sangre, de hombre o de mujer, de un cadáver desdibujado y sin rostro cubierto de escarcha.
Movilizando todas las formas de voluntad que su cuerpo albergaba, se levantó apoyándose en una silla. La nieve fundida bajo sus zapatos formaba charcos fangosos que daban testimonio de lo vivido pocas horas antes, sin posibilidad de exonerarse de ello. Como un anciano, se desplazó con dificultad hasta la puerta que daba al patio. El sol perforaba la niebla en distintos puntos abriendo brechas divinas. Ya era hora de que Marzo saliera a desentumecer las patas. Gus abrió la puerta de la caseta y el perro salió disparado para ponerse a dar vueltas ladrando alrededor de su amo, olvidando que la mano del liberador era también la del carcelero. Gus no conseguía sentirse mejor. La nieve a su alrededor, la veía roja. Rojo sangre. Menuda idiotez, tantas ideas nefastas que no dejaban de rondarle en la cabeza. Decidió reponerse diciéndose que no iba por buen camino y que iba a ser mejor concentrarse en el trabajo para contrarrestar aquel malestar insidioso. Fue a ocuparse de los animales, esperando así poder olvidar los gritos, los disparos y todo lo demás. Rápidamente, tuvo que rendirse a la evidencia de que no era nada fácil, porque no dejaba de pensar en Abel, el único tío con quien hablaba a veces.
English to Spanish: Frontera y ley General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Source text - English I write these words amid a global pandemic. The twenty-four-hour news cycle is saturated with images of suffering and death as well as a parade of healthcare professionals recruited to share stories from the front lines or im-
part expert opinion. These workers are often South Asian, Latinx, Caribbean, Filipino, and African American, many presumably immigrants or children of immigrants. They are the battle-worn troops at war, not only with this new virulent strain of coronavirus, but with a privatized, corporate healthcare system and public policies that continue to put profit before people. And they continue to risk their lives in an increasingly xenophobic and racist political culture.
The Covid-19 crisis, therefore, lays bare an even larger theater of war— one that the mainstream media largely ignores. The US government has accelerated border closings, imposed more barriers to asylum seekers, and expanded immigrant detention. Laws protecting workers are being shunned, and retail and warehouse workers for Amazon and Instacart, gig workers, and laborers in the meatpacking industry fight for their lives as infection rates rise exponentially. Indian country has become the latest coronavirus epicenter in the US, thanks largely to the federal government’s continued legacy of neglect. Prisoners and prison staff are the most vulnerable, with 80 percent of the prisoners at Ohio’s Marion Correctional Institution testing positive for the virus. We have seen a spike in anti-Asian racism provoked by the myth that “Chinese” are carriers. Cases of domestic violence have also spiked, as many women have been forced to choose between homelessness and “sheltering in place” with abusive partners. Meanwhile, armed white militias have begun to show up at rallies and on the steps of state capitols, defying social distancing measures. After years of watching footage of unarmed Black people beaten and killed by police for walking, loitering, running, standing in front of their homes, showing insufficient deference, protecting their kids, or being a kid, these scenes of white men brandishing AR-15s in the face of police and government officials and evading jail, injury, or death begs incredulity.
Translation - Spanish Escribo estas palabras en medio de una pandemia global. El ciclo de noticias veinticuatro horas está saturado tanto de imágenes de sufrimiento y muerte como de un desfile de profesionales de la salud reclutados para compartir historias desde primera línea o emitir opiniones expertas. Estos trabajadores suelen ser surasiáticos, latinos, caribeños, filipinos o afroamericanos, muchos de ellos, presumiblemente, inmigrantes o hijos de inmigrantes. Conforman las tropas bélicas de una guerra de desgaste, no solo contra esta nueva virulenta cepa del coronavirus, sino contra un sistema de salud corporativo y privatizado, y contra unas políticas públicas que siguen anteponiendo el beneficio económico a las personas. Sin embargo, no por ello dejan de arriesgar sus vidas en medio de una creciente cultura política xenófoba y racista.
Por lo tanto, la crisis de la COVID-19 no hace más que evidenciar un mayor escenario bélico —un escenario que los principales medios de comunicación ignoran en gran parte—. El Gobierno de Estados Unidos ha acelerado el cierre de las fronteras, ha impuesto más barreras a los solicitantes de asilo y ha intensificado la detención de inmigrantes. Las leyes de protección de los trabajadores se eluden, mientras los dependientes y almacenistas que prestan servicio en Amazon e Instacart, trabajadores precarios, y los de la industria de empaquetado cárnico luchan por su vida a medida que los índices de infección aumentan exponencialmente. El pueblo indio se ha convertido en el último epicentro del coronavirus en Estados Unidos, gracias, sobre todo, al perenne legado de negligencia practicado por el Gobierno federal. Los prisioneros y el personal de prisiones son los más vulnerables, como demuestra el hecho de que el 80 % de los reos del penal de Marion, en Ohio, dieran positivo en la prueba de diagnóstico. Hemos asistido a un gran aumento del racismo antiasiático provocado por el mito de que «los chinos» son portadores. Los casos de violencia doméstica también se han incrementado, por lo que muchas mujeres se han visto forzadas a elegir entre quedarse sin techo o «permanecer a resguardo» al lado de una pareja violenta. En el ínterin, milicias blancas armadas han comenzado a aparecer en diferentes concentraciones y en las escaleras de los capitolios estatales, desafiando las medidas de distanciamiento social. Después de pasar años viendo imágenes de cómo personas negras desarmadas eran apaleadas y asesinadas por la policía, solo porque caminaban, deambulaban, corrían, estaban delante de sus casas, mostraban poca simpatía o protegían a sus hijos, o por ser niños, esas otras escenas de hombres blandiendo fusiles de asalto AR-15 en la cara de la policía y los agentes del Gobierno, librándose de la cárcel, de lesiones o de la muerte, provocan incredulidad.
English to Spanish: ¡Todo debe cambiar! General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Source text - English In the famous novel of the mid-twentieth century The Leopard, Giuseppe Tomasi di Lampedusa chronicles the struggle of the Sicilian aristocracy to survive in the face of civil war and revolution, the so-called Risorgimento. One of the most famous sentences—later proclaimed by Alain Delon in Luchino Visconti’s movie adaptation of the book—reads, “Everything must change, so that everything remains the same.” In a similar way, forced by the Covid-19 crisis, our contemporary ruling class is well aware that a deep transformation is taking place and that the only way for things to remain the same is the emergence of a new social and political arrangement that can keep them in power. What other proof is needed of the deep tensions plaguing capitalism but the spiking of Jeff Bezos’s fortune by $13 billion in a single day in July 2020, as the Covid-19 crisis prioritizes the free movement of goods even higher than the free movement of people, while, at the same time, Amazon workers have been dying of Covid-19 and protesting their inhuman working conditions? What other proof than Elon Musk, the embodiment of the capitalist expansionist dream, who, when challenged with the claim that the United States coup against Evo Morales occurred to enable him to obtain Bolivia’s lithium, simply answered, “We will coup who- ever we want! Deal with it.” And this is not the first time that the ruling class has openly proclaimed that there is a class war going on. Remember Warren Buffet, another billionaire, who famously said, “There’s class warfare, all right, but it’s my class, the rich class, that’s making war, and we’re winning.” With the Covid-19 crisis, which is exacerbating existing inequalities and enhancing the accumulation of profit for exactly those driving the planet toward mass extinction, it has never been so tangible that a brutal class war is happening. And they are, again, trying to win.
Translation - Spanish En la famosa novela de mediados del siglo XX El gatopardo Giuseppe Tomasi di Lampedusa relata la lucha que mantiene la aristocracia siciliana para sobrevivir a la guerra civil y la revolución, el período conocido como Risorgimento. Una de las frases más famosas —posteriormente pronunciada por Alain Delon en la película que Luchino Visconti adaptó del libro— es la siguiente: «Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie». De modo similar, forzada por la crisis de la COVID-19, nuestra clase dirigente actual es muy consciente de que hay en marcha una profunda transformación y de que la única forma de que todo siga igual depende del establecimiento de un nuevo orden social y político que les permita perpetuarse en el poder. ¿Acaso se necesitan más pruebas de las profundas tensiones que azotan al capitalismo que el incremento de la fortuna de Jeff Bezos en trece mil millones de dólares en un solo día del mes de julio de 2020 , mientras la crisis de la COVID-19 prioriza la libre circulación de mercancías por encima de la libre circulación de personas, cuando, al mismo tiempo, los trabajadores de Amazon están muriendo de COVID-19 y protestando contra sus inhumanas condiciones laborales? ¿Qué mayor prueba que Elon Musk, la personificación del sueño expansionista del capitalismo, quien, cuando se le acusó de haber propiciado el golpe de Estado estadounidense contra Evo Morales para beneficiarse del litio boliviano, respondió sin más: «¡Derrocaremos a quien queramos! Haceos a la idea» . Y no es la primera vez que la clase dirigente proclama sin tapujos que en la actualidad existe una guerra de clases. No hay más que recordar a Warren Buffet, otro multimillonario, quien dijo la célebre frase: «Cierto, hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando». Nunca ha sido tan tangible la brutal guerra de clases como con la crisis de la COVID-19, que está exacerbando las desigualdades e incrementando la acumulación de riqueza precisamente para aquellos que están conduciendo al planeta hacia una extinción masiva. Y, una vez más, están intentando ganar.
English to Spanish: Sin más amigos que las montañas General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Source text - English The bus takes off. The path to the airport is surrounded by jungle. The conversation inside the vehicle is about the possibility of a particular scenario: that we will disembark at Darwin Airport and find out that all this talk is nothing but a ridiculous performance, the whole thing just a farce, that this whole thing doesn’t involve Manus in any way. However, talk of this kind comes from a place of weakness. At this point, faith in an occur- rence that resembles a miracle comes across as ludicrous. We have to accept the reality. Within hours we will be descending on a remote island called Manus.
A few police vehicles follow our bus, and a few travel ahead. It is as though they are attending to our bus like a car transporting a president. We are so disempowered that we couldn’t do anything at all, even if we wanted to. Our baggy, cumbersome clothing weighs us down.
Pandemonium breaks loose at the airport. Dozens of police officers stand by the plane in military mode. A few journalists have their cameras ready. All of them are waiting for us. The interpreters are there, also. That Kurdish woman has both her hands clasped behind her back. She just stands there, completely obedient. I can’t work it out; I can’t understand why they have to securitise that space. I am frightened by the journalists; I am frightened by the cameras they hold.
Translation - Spanish El autocar arranca. El camino hasta el aeropuerto está rodeado por la jungla. La conversación en el vehículo gira en torno a un posible escenario: que desembarquemos en el aeropuerto de Darwin y veamos que todo esto no es más que un montaje ridículo, una farsa, que nada de todo esto tiene que ver con Manus. Sin embargo, este tipo de conversaciones nacen de una posición de debilidad. En este punto, la fe en un hecho milagroso reviste visos de insensatez. Tenemos que aceptar la realidad. Dentro de unas horas aterrizaremos en una isla remota llamada Manus.
Unos coches de policía siguen nuestro autocar y otros van delante. Lo escoltan como si fuera el coche de un presidente. Estamos tan indefensos que no podríamos hacer absolutamente nada, aunque quisiéramos. Nuestra ropa tan ancha e incómoda es una carga.
El aeropuerto es un descontrol. Hay docenas de policías erguidos al estilo militar junto al avión y unos periodistas con sus cámaras preparadas; todos nos esperan. Los intérpretes también están ahí. La mujer kurda tiene las manos juntas en la espalda. Tan solo se mantiene ahí, muy obediente. No entiendo, no consigo comprender por qué tienen que asegurar esa zona. Los periodistas me dan miedo; las cámaras que llevan colgando me dan miedo.
French to Spanish: La domesticación del arte General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Source text - French 1. Lorsque j’entends le mot culture...
De la culture (réservoir commun de tout ce qui est d’ordre spirituel, intellectuel ou du divertissement), il n’y a pas lieu ici de tenter une définition. Mot fourre-tout par excellence, il s’applique dès lors qu’il s’agit d’art ou de littérature, de musique ou de patrimoine, de philosophie ou de rock’n’roll, d’excellence ou de divertissement... et sert d’atout majeur pour arguer du sacro-saint vivre-ensemble– mais, de préférence, dans l’entre-soi. De Glenn Gould à Bigard en passant par Buren, Beyoncé, Baudelaire, la blanquette de veau ou la coiffe bigoudène, on ratisse large. Les noms deviennent des labels, autant de promesses de produits culturels de qualité dont la consommation dit quelque chose de qui on est.
Le mot culture est brandi par tous comme ce qu’il faut à tout prix sauver : chacun, d’où qu’il vienne, où qu’il aille, revendique la sienne au cri de la nôtre. Elle est toujours fragile, toujours à protéger, coûte que coûte. À entendre les discours émanant des lieux de pouvoir, qu’ils soient politiques ou économiques, il va de soi qu’elle ne peut exister que soutenue par eux. Culture alors devient synonyme d’identité à préserver, chaque région, chaque village, chaque catégorie sociale défend son patrimoine et affirme la vivacité de sa culture (de son patrimoine en devenir) – jusqu’aux pires, dérives identitaires, qui défendent sous ce vocable sacralisé le saucisson-pinard comme Bardot le bébé phoque. Chacun pleure et revendique, geint et menace, la culture est sa culture qui s’apparente à un passeport prouvant son appartenance à telle ou telle communauté, à telle ou telle classe sociale. Ainsi, les notions de partages et d’échanges inhérents à toute production artistique se muent petit à petit en credo guerrier pour la défense d’un territoire – fut-il fantasmé –, et agissent au profit d’une politique de la séparation. Chose étrange, les seuls qui ne contribuent pas au chœur des pleureuses sur la culture en péril sont les habitants des quartiers populaires. Peut-être parce que là, où plus qu’ailleurs elle est à la fois essentielle et niée, on sait qu’elle n’est pas fruit d’une négociation mais affirmation d’un combat, d’une lutte, d’une parole qui se construit au présent avec ses propres moyens – et certainement pas sous tutelle de quelque pouvoir que ce soit. Et sans doute également parce que le dur de la vie et le combat pour la survie déplacent les curseurs de l’urgence, et que la culture n’a pas lieu d’être séparée du quotidien.
Culture produit un ensemble de règles et de codes qui dit quelque chose de son appartenance de classe : son accès et la consommation de ce qu’elle prodigue est un privilège réservé à l’élite.
Translation - Spanish 1. Cuando oigo la palabra cultura...
Cultura (depósito común de todo lo que pertenece al orden espiritual, intelectual o del ocio), no se trata aquí de proponer una definición. Palabra comodín por excelencia, se aplica en cuanto se habla de arte o de literatura, de música o de patrimonio, de filosofía o de rock'n'roll, de excelencia o de entretenimiento... y sirve de baza para realzar la sacrosanta convivencia —aunque, preferentemente, entre iguales. De Glenn Gould a Bigard pasando por Buren, Beyoncé, Baudelaire, el estofado de ternera o la cofia bretona, todo vale. Los nombres se convierten en etiquetas, otras tantas promesas de productos culturales de calidad cuyo consumo revela algo sobre quiénes somos.
Todo el mundo blande la palabra cultura como aquello que debe salvarse a toda costa: cada cual, venga de donde venga y vaya a donde vaya, reivindica la suya al grito de la nuestra. La cultura siempre es frágil, siempre requiere protección, cueste lo que cueste. Si hemos de hacer caso de los discursos que emanan de los poderes, sean políticos o económicos, es evidente que no puede existir más que si ellos la sostienen. Entonces, cultura se convierte en sinónimo de identidad a preservar, cada región, cada ciudad, cada categoría social defiende su patrimonio y reafirma la vivacidad de su cultura (de su patrimonio en ciernes) —hasta los peores defensores, derivas identitarias, que, bajo este vocablo sacralizado, reivindican el fenómeno del aperitivo antimusulmán saucisson-pinard (tinto y salchichón), igual que Brigitte Bardot reivindica los derechos del bebé foca. Cada cual llora y reivindica, gimotea y amenaza, la cultura es su cultura, similar a un pasaporte que prueba su pertenencia a una u otra comunidad, a una u otra clase social. Así, el compartir y el intercambiar, nociones inherentes a toda producción artística, se transforman poco a poco en un credo guerrero por la defensa de un territorio —aunque sea ilusorio—, y actúan en pro de una política de la separación. Cosa extraña, los únicos que no contribuyen al coro de plañideras que lloran la cultura en peligro son los habitantes de los barrios populares. Tal vez porque allí, más que en otros sitios, es a un tiempo esencial y negada, se sabe que no es fruto de una negociación, sino reafirmación de un combate, de una lucha, de un discurso que se construye en presente con sus propios medios —y, ciertamente, no bajo la tutela de ningún poder. Y, seguramente, también porque lo duro de la vida y el combate por la supervivencia desplazan los cursores de la urgencia, y porque la cultura no debe separarse de lo cotidiano.
Cultura produce un conjunto de reglas y de códigos que desvela algo sobre su pertenencia de clase: su acceso y el consumo de lo que prodiga es un privilegio reservado a la élite.
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Translation education
Master's degree - Universitat Autònoma de Barcelona
English to Spanish (Universitat Autònoma de Barcelona) English to Catalan (Universitat Autònoma de Barcelona) French to Spanish (Universitat Autònoma de Barcelona) French to Catalan (Universitat Autònoma de Barcelona) Spanish to Catalan (Universitat Autònoma de Barcelona)
Catalan to Spanish (Universitat Autònoma de Barcelona)
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