This site uses cookies.
Some of these cookies are essential to the operation of the site,
while others help to improve your experience by providing insights into how the site is being used.
For more information, please see the ProZ.com privacy policy.
Freelance translator and/or interpreter, Verified site user
Data security
This person has a SecurePRO™ card. Because this person is not a ProZ.com Plus subscriber, to view his or her SecurePRO™ card you must be a ProZ.com Business member or Plus subscriber.
Affiliations
This person is not affiliated with any business or Blue Board record at ProZ.com.
English to Spanish: "La oscuridad fundamental" de Facundo Vega General field: Art/Literary
Source text - English –¿Estás ahí? –preguntó Leda.
Ana permanecía en silencio, del otro lado del teléfono, con la mirada puesta sobre la habitación de Mimí. No recordaba cuándo había sido la última vez que la puerta había estado
cerrada. Una puerta que ahora las separaba.Que las alejaba.
–Hija ¿estás ahí? Contestame.
Tal vez Mimí cerrara la puerta todos los días, y ella no se había detenido en eso antes.
–Mamá nosotras nunca… no fuimos de abrazarnos mucho, pero…
–Hija, mirá, yo hice lo que pude.
–No. No es un reproche. Escuchame, por favor.
–A ver…
–Es que no recuerdo nuestros abrazos. Ynunca imaginé que existiera uno que no iba a querer dar.
–No te entiendo.
–¿Te pasó alguna vez? Digo, conmigo.
–Mirá si esto se trata sobre algo de tu infancia que no pudiste superar, ya te aclaro que yo no tengo la culpa.
–Mimí abraza un frasco.
–¿Un qué?
–Un frasco con tierra.
–¿No tiene juguetes?
–Mamá… No es eso.
–Roberto me contó que cuando era chico estaba en la casa de sus abuelos, en el campo, y una mañana se levantó y lo primero que vio fue cómo mataban una vaca. Parece que le pegan un martillazo y le clavan un cuchillo en el lomo, y qué se yo. Cuestión que el padre notó que estaba ahí y lo obligó a acercarse, tanto que hasta se manchó las zapatillas con sangre.
Mientras se moría la vaca lo miraba, justo a los ojos. Unas horas después se almorzaron esa
misma vaca.
–¿Y a mí qué mierda me importa, mamá? Te hablo de tu nieta, no del tipo ése.
–Y bueno, que ahí lo tenés: una persona normal.
Al menos no está loco.
–Mimí no está loca, mamá ¿qué decís?
–Nadie dice eso hija.
–No sé para qué te llamo.
–Traela esta tarde. Necesitás descansar. Y mañana la venís a buscar. Que esto ya no es un criadero –dijo, y colgó.
Made in Irak, pensó Ana esa misma tarde, sentada frente a la mesa, en la cocina de Leda.
En el camino Mimí no había pronunciado ni una sola palabra, y ahora ella la imitaba.
No puedo más con esto, se dijo, y miró a su hija: quizá todos estos días de silencio habló
consigo misma, por dentro. O con el frasco. Le tiró sus palabras a la tierra como si fueran
semillas.
–O tal vez sólo se transformó en Roberto – murmuró y abrió los ojos bien grandes.
–Estoy arreglando el jardín ¿me querés ayudar,
Mimí? –preguntó Roberto.
Ana bajó la vista hacia la mesa. Creo que no me escuchó, pensó.
Mimí afirmó con la cabeza sin mirarlo, y ambos salieron por la puerta.
En cuanto quedaron a solas, Leda se precipitó sobre su hija:
–No entiendo porqué lo tratás con esa hostilidad,
pero estoy segura de que no lo aprendiste
de él.
Ana la miró con un rostro huérfano de cualquier sutileza.
–Quiero que empecés a respetarlo. Si me respetás a mí, también tenés que respetar a tu padre.
–¡No es mi padre! ¡Es tu novio! ¿Qué decís? A este tipo no le alcanza ni para generarme un trauma, mamá.
–¡Porque él jamás te haría eso! No como el otro.
–El otro sí es mi papá.
–Era. Se murió. Ya es hora de que lo superes.
–¿Vos me estás cargando?
–¿Por qué mejor no me decís qué le pasa a tu hija? ¿Qué es toda esta locura del frasco?
¿No será autista, no? Hay que preguntarle a Andrea. Ella la puede curar.
–¿Curar?
–¡Bueno algo hay que hacer!
Ana miró a Mimí por la ventana: Roberto le tendió una mano que ella ignoró. Él aprovechó el movimiento para rascarse la cabeza, primero, y luego para señalarle algo. La escena le resultó simpática pero no pudo evitar ponerse en el lugar de Roberto. Asumir el rechazo.
–¿A vos qué te pasa? –preguntó Leda– ¿Eso sí
podés decírmelo?
Ana mantuvo la mirada a través de la ventana.
Pero lo que veía ahora no estaba más allá de sus ojos.
–¿Te acordás cuando era chica y…? En fin, en una ocasión hablabas con papá, y él te dijo que
había cosas que no se decían. Le pregunté qué cosas, y…
–¿Decía que había cosas que no se decían? Mirá… ¿y qué te contestó?
–No me respondió –dijo, y continuó como si cada palabra la ahogara–: es que en ese momento no supe a qué se refería, y ahora siento que toda mi vida la viví sin saber la respuesta.
Leda la escuchaba con la mirada hundida en la pared. Su mandíbula era lo único que se movía y parecía no decidirse por dónde escapar.
–Vivo como si no supiera qué cosas son las que no se dicen, si las buenas o las malas.
–¡No puedo creer que seas tan inmadura! –gritó Leda y golpeó la mesa—. Ya es hora de que lo superes. De que superes algo. Al menos
hacelo por tu hija, ¿querés? ¿Te pensás que fue fácil para mí cuando tu padre decidió dejarme sola?
–¡Se murió!
–¡Salí adelante sola, yo solita, y sin ayuda de nadie! ¡De nadie!
Roberto se limpió el rostro con su pañuelo
y sonrió, satisfecho.
Caminó unos pasos hasta el limonero y eligió cinco limones grandes.
–No pienses en morderlos –le advirtió a Mimí, que se esforzó por ocultar su expresión, y tragó saliva.
Entró en la cocina y dejó los limones en la mesada. Ana dibujaba con su dedo índice
círculos imaginarios sobre la mesa. Leda concentraba su atención en un horizonte
igual de imaginario. Ninguna se percató de Roberto, parado junto a ellas, con la sonrisa de quien ve mermado su propósito.
–Leda, vamos a necesitar unas limonadas.
–¡Roberto! ¿Vos me querés matar? ¿Vos querés verme muerta a mí? Ay Roberto llamala a tu hija, algo hay que hacer con Mimí, no puede seguir así.
–¡Pero si es encantadora!
–Mamá…
–Esperá Ana, esto lo resuelvo yo. Para eso viniste, ¿no? Roberto llamá a Andrea, decile
que mi nieta está grave, no sé qué hacer.
Roberto miró por la ventana: Mimí seguía en el mismo lugar en el que la había dejado.
Había extendido sus brazos hasta dejar el frasco suspendido frente a ella, y lo miraba de manera inquisitiva.
Roberto buscó el celular y marcó el número de su hija. Al primer tono Leda se lo quitó de la mano, lo apoyó sobre la mesa y pulsó el altavoz.
–¡Hola pa! –saludó Andrea–. ¿Cómo estás?
–Hija, bien, bien ¿vos cómo estás?
–Andrea necesitamos tu ayuda, por favor, es Mimí, ya no sabemos qué hacer –irrumpió Leda.
–¿Estoy en el altavoz?
–Creemos que es autista: ya no responde, se abraza a las cosas; ¿come? –le preguntó a
Ana–Parece que ya no come.
–¿Autista? –preguntó Andrea.
–¿No se te cayó, no?
–¿Qué decís, mamá? Tiene siete años, ¿de
dónde se me va a caer?
–Como si alguna vez hubieras dejado de caerte vos. Andrea, ¿se la puede curar?
–Papá, ¿por qué mejor no sacás el altavoz y hablamos tranquilos?
–Tenés que ayudarme, Andrea, por favor, no puedo con todo yo sola.
–Vamos a hacer esto –dijo Andrea, y acentuó cada palabra–: me comunico con una colega y le pregunto si ella la puede recibir el lunes.
Después les aviso. Ahora mejor…
–¿Vos no la podés atender?
–No.
–¿Pero por qué no?
–No corresponde.
–¿Se va a curar?
–Lo mejor es que hablen con mi colega.
–Pero…
–Yo no hablo de cura.
Ana sintió la necesidad de salir de ahí, a pesar de que, pensó, era de su propia hijade quien se hablaba. El baño estaba a unos metros, por el pasillo. En diagonal a aquel se encontraba la que había sido su habitación y que Leda, por un motivo que Ana no seexplicó jamás, mantenía intacta a pesar de los años. Cerró los ojos y recordó el picaporte de la habitación descender, y a una niña salir envuelta en sigilo. Ana sonrió en vano, toda la
atención de la niña estaba destinada a lo que sucedía en la cocina.
–Si tuviera que pensar en vos…
La niña escuchó la voz de su madre arder en la oscuridad. Fragmentos de una escena que creyó haber dejado atrás llegaban a Ana a través del recuerdo:
–Si realmente no tuviera nada más que hacermás que pensar en vos, la imagen sería la de
un tipo que va por la vida sin levantar la cabeza del suelo, como si estuviera eligiendo el mejor lugar para su tumba.
La niña se acercaba con cautela a la cocina.
Vio a Leda camino a la mesada; a la noche entrar a través de una puerta que no se había cerrado del todo. Miró al resto de la cocina,en sombras. Volvió a mirar, con recelo, como si realmente, por favor, realmente necesitara encontrar a alguien más ahí. Retrocedió un paso, sintió un cosquilleo extraño y se detuvo.
Abrió los ojos bien grandes y llevó sus manos a las piernas, mientras, encorvada, veía el pis caer y extenderse sobre el suelo. Observó al charco expandirse hasta encontrarse a sí misma en su interior, mirándose, con el miedo mordiéndole la cara.
Las malas palabras irrumpieron en la atmósfera,
precipitadas. La pequeña quiso retroceder pero resbaló con su propia orina. Con la espalda sobre el suelo vio a su madre acercarse, con el infierno a cuestas.
Leda agarró a la niña de los tobillos con fuerza, como si intentara replegar sus dedos en puños. Ana expulsó su aliento en un gemido.
Leda tiró, el cuerpo de Ana giró. El pelo barrió el suelo y la orina. Leda tiró otra vez, arrastró a su hija por el pasillo, de vuelta a la habitación.
Con el codo bajó el picaporte y abrió la puerta.
Entró de espaldas empujada por su propia furia y no se detuvo hasta chocar con la mesa de luz junto a la cama. La lámpara tembló sobresu eje. Un portarretratos cayó y se deslizó por el suelo hasta quedar frente ella, que lo pateó
con desdén mientras se marchaba.
Un portazo le avisó a Ana de su soledad, y abrió los ojos.
Se puso de rodillas como si le faltara su propio cuerpo, y caminó así hasta quedar frente al portarretratos. Ignoró la sonrisa de su madre,
y la de ella misma, y enfocó la vista en la de su padre. Sus lágrimas se turnaban para besarlo: una vez sobre la frente, otra sobre su pecho, otra más sobre su cara. Tomó el portarretratos, y lo rodeó con sus brazos. Está muerto ahora, escuchó. Las palabras resonaron en su cabeza. Le susurraban por dentro. Apretó su boca mordiéndose los labios. Caminó un poco más, estiró su mano sobre el picaporte y, con cuidado, separó la puerta de su marco.
Leda caminaba hacia la cocina como si le doliera pisar su propio aturdimiento. Sus ojos recorrían cada rincón del pasillo con una
incredulidad que miraba desde lejos cómo el odio se apoderaba de su cara.
–Es mejor así –dijo.
Fijó su remordimiento en el charco de orina y asintió varias veces, distraída. Cada mano buscaba el brazo opuesto, aferrándose, por
encima de los codos.
–Va a ser mejor así.
–¿Qué cosa?
Leda se estremeció.
Su esposo la observaba apoyado contra la
pared, próximo a la puerta.
–Pensé que ya te habías ido.
–No es fácil para mí esto, Leda.
–¿Para vos?
–No te olvides de que fue tu decisión.
–Pero no sé si puedo hacerlo.
–Ya está hecho. Soy un fantasma ahora. Tal
vez nunca me vaya del todo –encendió un cigarro
y dejó que el humo le cubriera el rostro–.
Al menos en sus recuerdos podré permanecer
junto a ustedes.
Leda se acercó. Le sacó el cigarro de la mano y se lo llevó a la boca. Inhaló con fuerza y expulsó el humo cubriéndole aún más la cara.
Entonces, dijo:
–Vos no podés permanecer en ningún lado. Ése es el problema. No te quiero ver ni en mis recuerdos. No sé cómo vas a hacer para lograrlo,
pero tampoco te quiero ver en los de Ana. Pero supongo que de eso también mevoy a tener que ocupar yo.
Translation - Spanish ʻAre you there?ʼ, Leda asked.
Ana stayed in silence, on the other side of the telephone, with her eyes fixed on Mimi’s room. She didn’t remember when the last time was the door had been closed. A door that now separated both. Drew them apart.
ʻAna, are you there? Answer.ʼ
Perhaps Mimi closed the door every day and she hadn’t thought about that before.
ʻMother, we never… we didn’t use to hug, but… ʼ
ʻAna, look, I did what I could. ʼ
ʻNo. It’s not a reproach. Listen to me, please. ʼ
ʻTell me… ʼ
ʻI don’t remember our hugs. And I’ve never imagined there was gonna be one I wouldn´t want to give. ʼ
ʻI don’t understand. ʼ
ʻHas it ever happened to you? I mean, with me. ʼ
ʻLook, if this is about something from your childhood that you haven’t been able to overcome, I’m telling you it’s not my fault. ʼ
ʻMimi hugs a jar.ʼ
ʻA what?ʼ
ʻA dirt jar. ʼ
ʻDoesn’t she have toys? ʼ
ʻMother… that’s not it. ʼ
Robert told me that when he was a child he was at his grandparents’ house, in the countryside, and one morning he got up and the first thing he saw was how a cow was killed. They hit her on the head with a hammer and stick a knife on its back, and I don’t know what else. His father forced him to come closer, so much he spilled blood on his snickers. The cow looked at him while dying. A few hours later, they had that cow for lunch.
ʻWhat the fuck do I care? I’m telling you about your granddaughter, not that dude. ʼ
ʻWell, there he is: an ordinary person. At least he’s not crazy. ʼ
ʻMimi isn’t crazy, mother, mind your words.ʼ
ʻNobody says that, Ana.ʼ
ʻBring her this afternoon. You need to rest. And tomorrow you’ll pick her up. This isn’t a nursery anymore ʼ, she said and hung up.
Made in Irak, thought Ana that same afternoon, sitting at the table, at Leda’s kitchen. On their way Mimi hadn’t uttered a single word, and she was now imitating her. I can’t stand this anymore, she said to herself, and looked at her daughter: maybe all these silent days she had spoken to herself, privately. Or with the jar. She threw her words to the dirt, as if they were seeds.
ʻOr maybe she just turned into Roberto ʼ, she mumbled and opened her eyes wide.
ʻI’m fixing the garden, wanna help, Mimi?, Roberto asked.
Ana looked down to the table. Maybe he didn’t hear me, she thought.
Mimi nodded without looking at him, and both went out through the door.
ʻI don’t get why you treat him in such a hostile way, but I’m sure you haven’t learned that from him. ʼ
Ana looked at her with a face that lacked subtlety.
ʻI want you to start respecting him. If you respect me, you must respect your father. ʼ
ʻHe’s not my father! He’s your boyfriend! What are you saying? That dude could barely traumatize me, mother. ʼ
ʻBecause he’d never do that to you! Not like the other one. ʼ
ʻThe other one is truly my father. ʼ
ʻWas. He died. It’s time for you to get over it. ʼ
ʻAre you kidding me?ʼ
ʻWhy don’t you tell me what’s up with your daughter? What’s all this jar madness? She’s not autistic, is she? We must ask Andrea. She may be able to cure her. ʼ
ʻCure her? ʼ
ʻWell, something must be done! ʼ
Ana looked at Mimi through the window: Roberto extended a hand to her, which she ignored. He used up the movement to scratch his head, first, and then to point at something. She found the scene delightful, but she couldn’t help putting herself in Roberto’s shoes. Accepting rejection.
ʻWhat’s the matter with you?ʼ, Lea asked.ʻIs that something you can tell me?ʼ
Ana kept looking through the window. But what she saw now wasn’t further from her eyes.
ʻDo you remember when I was a child and…? When you were speaking with dad, and he told you that there were things that shouldn’t be said. I asked him which things, and… ʼ
ʻHe said there were things that shouldn’t be said? Oh, well… and what did he answer to you?ʼ
ʻHe didn’t answer, she said, and went on, as if each word was stifling her: in that moment I didn’t know what he meant, and now I feel I’ve lived my whole life without knowing the answer.
Leda listened to her with her look sinking on the wall. Her chin was the only thing that moved and it didn´t seem to figure out how to escape.
ʻI live as if I didn’t know which things are the ones that shouldn’t be said, if the good ones or the bad ones.ʼ
ʻI can’t believe you’re so naive!, Leda shouted and smashed the table. ʻIt’s high time you got over it. At least, do it for your daughter, would you? Do you think it was easy for me when your father decided to leave me alone?ʼ
ʻHe died!ʼ
ʻI got through it all by myself, nobody helped me! Nobody!ʼ
Roberto wiped his face with a handkerchief and smiled, satisfied.
He walked a few steps towards the lemon tree and picked five big lemons.
ʻDon’t bite themʼ, he warned Mimi, who struggled to hide her expression, and swallowed.
He entered the kitchen and left the lemons on the worktop. Ana was drawing imaginary circles on the table with her index finger. Leda was focusing on a horizon as imaginary as the circles. None saw Roberto, standing next to them, with the smile of someone who sees his failure to achieve his goal.
ʻLeda, we’ll need some lemonade.ʼ
ʻRoberto! Do you want to kill me? Do you want me dead? Oh, Roberto, call your daughter, something has to be done about Mimi, it can’t go on like this.ʼ
ʻBut she’s a darling! ʼ
ʻMother… ʼ
ʻWait, Ana, leave it to me. That’s what you came for, right? Roberto, call Andrea, tell her the issue with my granddaughter is severe, I don’t know what to do. ʼ
Roberto looked through the window: Mimi was in the same place he had left her. She had stretched out her arms until leaving the jar suspended in front of her and she looked at him inquisitively.
Roberto searched for his phone and dialed his daughter’s number. At the first dial tone, Leda took it from his hand, placed it on the table and pressed the speakerphone.
ʻHi dad! ʼ, Andrea greeted him. ʻHow are you?ʼ
ʻHoney, fine, fine, what about you? ʼ
ʻAndrea, we need your help, please, it’s Mimi, we don’t know what else to do ʼ, Leda cut in.
ʻAm I on speakerphone? ʼ
ʻWe think she’s autistic: she doesn’t answer anymore, she hugs things; does she eat?ʼ, she asked Ana. ʻShe doesn’t seem to eat anymore. ʼ
ʻAutistic? ʼ
ʻYou didn’t drop her, did you? ʼ
ʻWhat are you saying, Mother? She’s seven years old, where am I going to drop her? ʼ
ʻAs if you had ever stopped falling. Andrea, can she be cured?ʼ
ʻDad, why don’t you turn the speakerphone off, so that we speak more comfortably?’
ʻYou must help me, Andrea, please, it’s too much for me alone. ʼ
ʻThis is what we’re gonna doʼ, Andrea said, stressing every word. ʻI’ll speak to a coleague and ask her if she can have her on Monday. Then I’ll get back to you. Now, we’d better… ʼ
ʻCan’t you have her? ʼ
ʻNo.ʼ
ʻWhy not? ʼ
ʻIt’s inappropriate.ʼ
ʻIs she going to be cured?ʼ
ʻYou should speak to my colleague.ʼ
ʻBut…ʼ
ʻI’m not speaking about being cured.ʼ
Ana felt the necessity to get out of there, though, she thought, it was her own daughter they were talking about. The bathroom was a few meters ahead, through the aisle. Diagonally was the room that used to be hers and that Leda for a reason Ana was never able to understand, left intact despite the years. She closed her eyes and remembered the room’s door handle going down, and a girl coming out with stealth. Ana smiled in vain, all the attention of the girl focused on what was happening in the kitchen.
ʻIf I had to think about you… ʼ
The girl heard the voice of her mother burn among the darkness.
Pieces of a scene she thought she had left behind reached Ana through memories:
ʻIf I had truly nothing else to do but think about you, the image would be that of a man who goes through life without lifting his head from the ground as if he were choosing the best place for his tomb.ʼ
Cautious, the girl got closer to the kitchen. She saw Leda on her way to the worktop; saw the night coming from a door that hadnʼt been entirely closed. She looked at the rest of the kitchen, in darkness. She looked again, carefully, as if she really, please, really needed to find someone else there. She took a step back, felt a strange tickling sensation and stopped. She opened her eyes and took her hands to her legs, while, hunchback, saw pee falling and spreading on the ground. She saw the puddle grow until finding herself inside, looking at herself, with fear biting her face.
Foul words barged into the atmosphere, rash. The little one wanted to step backwards but she slipped on her own urine. With her back touching the ground, she saw her mother come closer, with hell on her shoulders.
Leda grabbed the girl’s ankles hardly, as if she were trying to fold her fingers over to make fists. Ana let her breath out in a moan. Leda pulled, Ana’s body spined. Her hair swept the ground and pee. Leda pulled again, dragging her daughter through the aisle, back into her room. With the elbow, she pulled down the door handle and opened the door. Pushed by her own fury, she entered and she didn’t stop until crashing against the bedside table. The lamp shook on its axis. A portrait holder fell and slipped through the floor until stopping against Leda, who kicked it angrily while she left.
A door slam warned Ana of her loneliness, and she opened her eyes.
She kneeled down as if her own body were missing and walked that way to the portrait holder. She ignored her mother’s smile, and her own smile, and focused her sight on her father’s. Her tears took turns to kiss him: first on his forehead, then on his chest, finally on his face. She held the portrait holder, and surrounded it with her arms. He’s dead now, she heard. The words echoed in her head. Whispered inside of it. She pressed her mouth, biting her lips. She walked a bit further, stretched out her hand on the door handle and, carefully, separated the door from its frame.
Leda walked towards the kitchen as if it hurt to step on her own recklessness. Her eyes went through each corner of the aisle with a skepticism that saw from afar her hatred taking over her face.
ʻIt’s better this wayʼ, she said.
She fixed her remorse on the pee puddle and nodded several times, distracted. Each hand searched for the opposite arm, clinging on to it, over the shoulders.
ʻIt’s gonna be better this way.ʼ
ʻWhat?ʼ
Leda quaked.
Her husband looked at her, his back against the wall, close to the door.
ʻI thought you were gone.ʼ
ʻIt’s not easy for me ʼ, Leda.
ʻFor you?ʼ
ʻDon’t forget it was your decision.ʼ
ʻBut I don’t know if I can do it.ʼ
ʻIt’s done. I’m a ghost now. Maybe I’ll never fully leave,ʼ he lit a cigarrette and let the smoke cover his face. ʻAt least in your memories, I’ll be able to stay by your side.ʼ
Leda came closer. She took his cigarette away from his hand and brought it to her mouth. She deeply inhaled and exhaled the smoke, which covered her face even more. So, she said:
ʻYou can’t stay anywhere. That’s the problem. I don’t even wanna see you in my memories. I don’t know what you’re gonna do, but I don’t wanna see you in Ana’s either. But I guess I’ll have to take care of that, too. ʼ
More
Less
Translation education
Bachelor's degree - IES en Lenguas Vivas "Juan Ramón Fernández"
Experience
Years of experience: 5. Registered at ProZ.com: Mar 2020.
English to Spanish (Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes)
Memberships
N/A
Software
Adobe Acrobat, MemSource Cloud, Subtitle Edit
CV/Resume
CV available upon request
Bio
I mainly translate literature and films. I have studied EN-ES Translation at terciary level in my country. Translating has been my passion since I´ve graduated from high school.
I have also been interested in the field of literature from an early age. I have experience in the translation of poetry and short stories from Spanish into English. I also have experience in QA of comics for the agency Sound in Words.
I have also done a course on subtitling, and I´ve done subtitling of medical and religious videos.