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Translation - Spanish El paciente me miró a los ojos tras despertarse de la anestesia.
Ajeno a la venda que le apretaba con fuerza el muñón de la mano derecha, aún no se había percatado de la amputación en su muñeca.
Se trataba de un aclamado pianista, por lo que una pérdida como aquella abría una profunda herida en su carrera. Aún quedaba en entredicho si había sido un ataque por envidia por parte de alguno de sus compañeros de oficio.
Todo sucedió mientras el pianista caminaba bajo el velo de la noche, donde un transeúnte le arrebató la mano derecha de un preciso tajo en la parte de arriba de la articulación. Haciéndole perder el conocimiento.
Por suerte, fue algo que aconteció en las cercanías de mi clínica. Sin haber vuelto aún en sí, llevé a cuestas al desmayado pianista hasta mi consulta, donde hice cuanto estuvo en mis manos para ayudarle.
—Has sido tú el que me ha ayudado, ¿verdad? Gracias… Alguien me atacó mientras caminaba borracho por la calle. Creo que fue en la mano derecha. Espero que mis dedos estén bien.
—Están bien. El brazo ha sufrido algunas heridas, pero te recuperarás —dije como si tratara de evitar que un buen amigo se llevase una terrible decepción. Decidí que era mejor esperar a que se recuperara para darle la noticia de que su carrera como pianista había llegado a su fin.
—¿Y los dedos? ¿Los podré mover como antes?
—Sí, no te preocupes.
Me alejé de la camilla y salí de la habitación tratando de huir de aquella situación. Por lo pronto, decidí ordenar a las enfermeras de guardia que, de momento, también ocultasen al pianista la condición de su mano derecha.
De esta manera, al cabo de dos horas, decidí volver a comprobar el estado del paciente.
Tendido en la cama, parecía que había recuperado algo de fuerzas. Sin embargo, sin la fuerza necesaria para poder mover los dedos, aún parecía no darse cuenta de la articulación faltante.
—¿Te duele? —le pregunté estirando mi cuello por encima de su cara.
—No, me encuentro bastante mejor —me dijo sin apartarme la mirada.
Fue entonces cuando vi como los dedos de su mano izquierda empezaban a bailar encima de la sábana, como si estuvieran acariciando las teclas de un piano.
—Nada mal, ¿verdad? Aunque solo pueda mover un poco los dedos de la mano derecha, he compuesto una nueva canción. No me quedo tranquilo si no la practico al menos una vez al día.
Aquella afirmación me tomó por sorpresa, pero, para evitar alterar al paciente, decidí seguirle el juego. Agarrando el brazo por la parte de arriba, palpé los nervios situados en la zona del cúbito. Al presionar de aquella manera, a pesar de la carencia de dedos en la mano, era posible enviar una serie de estímulos al sistema nervioso.
Cuando sintió la agradable sensación, el pianista movió fervientemente su mano izquierda encima de la sábana.
—Los dedos de la derecha están bien. Los puedo mover sin problema—murmuró sumido en sus propios pensamientos, mientras continuaba tocando su canción imaginaria.
Sin volver a posar sus ojos en mí, me volví hacia las enfermeras para indicarles con una mirada que presionaran los nervios de su brazo y salí de aquella sala evitando que se escucharan mis pasos.
De esta manera, al pasar por delante del quirófano, vi que una de las enfermeras miraba fijamente una de las estanterías ancladas a la pared, sin moverse del sitio. Al ver como su rostro se había tornado azul, asumí que ese comportamiento no era normal. La enfermera mantenía su extraña y atónita mirada fija en algo que había colocado en una de las baldas. Sin pensármelo dos veces, entré en el quirófano y miré la estantería. En ella estaba la mano amputada del pianista, dentro de un frasco de cristal y sumergida en alcohol.
Con un solo vistazo, sentí como mi cuerpo dejó de responderme.
Dentro del frasco con alcohol, la mano o, mejor dicho, los cinco dedos de la mano se movían como las patas de un cangrejo de color blanco. Se movían presionando las teclas de un piano, pero con movimientos mucho más débiles, como los de un niño inexperto.
Japanese to Spanish: Bokko-chan - Hoshi Shin'ichi General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Translation - Spanish Estaba muy bien hecha para ser una robot. Al ser un producto creado por humanos, pudieron hacerla todo lo guapa que quisieran. Le introdujeron elementos de diferentes mujeres, lo que la convirtió en la belleza personificada. Ahora bien, era algo fría, pero esa era una cualidad necesaria para las mujeres como ella.
Nadie se planteó crear un robot diferente. Era imposible imaginar una máquina con las mismas capacidades para trabajar que un humano. Y es que, aunque tuvieras el dinero para fabricar algo así, lo emplearías en algo más eficiente. Ya hay suficientes humanos desempleados para ocupar puestos de trabajo.
Ella, en cambio, solo fue construida para entretener a otros. El jefe de un bar fue el que la fabricó.
Según él, cuando llegaba a casa nunca tenía ganas de beber alcohol. A sus ojos, aquel líquido era solo una manera de hacer negocio, no algo para consumir. El dinero lo pusieron los borrachos del bar, así que solo con poner parte de su tiempo, dio vida a la robot. Al final, él mismo acabó sintiendo mucha curiosidad al respecto. Y es que fue esto último lo que logró hacer que aquella robot se convirtiese en la mujer más guapa. Su piel era igual de tersa que la de una de verdad, lo cual produjo que a simple vista resultase imposible diferenciarla del resto.
Sin embargo, tenía la cabeza demasiado hueca. El dueño del bar solo podía introducirle patrones básicos de
respuesta. Además de sus movimientos, los cuales se limitaban a beber alcohol.
Cuando logró completar sus funciones básicas, la colocó en el bar. El local disponía de mesas y sillas para poder sentarse, pero el dueño decidió situar a la robot detrás de la barra por si algún día llegase a presentar algún defecto.
Los clientes, al ver que había una chica nueva, corrían a saludarla. Era capaz de responder a preguntas básicas como el nombre o la edad, pero, a partir de ahí, era inútil seguir intentándolo.
A pesar de esto, ninguno de los hombres se llegó a dar cuenta de que no se trataba de una mujer de verdad.
—¿Cómo te llamas?
—Señorita Bokko.
—¿Qué edad tienes?
—Aún soy joven.
—Me refiero al número.
—Aún soy joven.
—Qué sí.
—Aún soy joven.
Como la mayoría de los clientes de este bar aún guardaban algo de modales, nadie trataba de indagar más en el tema.
—Qué ropa más bonita.
—Tengo una ropa muy bonita.
—¿Qué cosas te gustan?
—Me pregunto qué cosas me gustan.
—¿Bebes Gin Fizz1?
—Sí, bebo Gin Fizz.
Además, por mucho que bebiese, jamás se ponía ebria.
Taciturna, guapa, joven y algo fría. Los clientes del bar se arremolinaban a su alrededor solo para hacerle preguntas. La única condición para hablar con ella era invitarla a una copa.
—¿Quién te gusta más de todos los del bar?
—Me pregunto quién me gusta más.
—¿Te gusto?
—Me gustas.
—¿Vamos a ver una película?
—Vamos a ver una película.
—¿Cuándo quieres ir?
Cuando había alguna pregunta a la que no podía responder, una pequeña luz le indicaba al dueño que tenía que intervenir.
—Por favor, señor. No puede ser tan insistente —al decir esto, lo más usual era que los clientes soltasen una buena carcajada y se fueran.
Además, sin que los demás se diesen cuenta, el dueño volvía a servir el alcohol que la señorita Bokko había consumido, extrayéndolo a través de unos tubos de plástico de su pierna.
Así, su estricta personalidad, su gran labia y sus grandes dotes como bebedora; lograron que se volviera cada vez más famosa y más gente se pasase por el lugar a tomar algo.
De entre todos ellos, un joven mostró una pasión sin igual por la señorita Bokko. Sus visitas se volvieron cada vez más largas y su amor por ella parecía ir creciendo en la misma medida. Esto hizo que su deuda también se agrandase, llegando a pedir prestado el dinero de su familia y provocar la ira de su padre.
—Ni se te ocurra volver por allí. Te voy a dar el dinero, pero con esto se acabó.
Con el dinero en mano, el joven volvió al bar. Mentalizado de que aquella sería la última noche que podría pasar allí, decidió beber todo lo que pudo junto a la señorita Bokko.
—Ya no voy a poder volver más.
—¿Ya no vas a poder volver más?
—¿Estás triste?
—Estoy triste.
—No lo estás, ¿verdad?
—No lo estoy.
—Eres la persona más insensible que he conocido, ¿lo sabías?
—Soy la persona más insensible que has conocido.
—¿Quieres que te mate?
—Quiero que me mates.
El chico sacó de su bolsillo una bolsita con unas pastillas y las echó en la bebida de la robot, ofreciéndole la consumición.
—¿Te lo vas a beber?
—Me lo voy a beber.
Ante la fija mirada del joven, la señorita Bokko se bebió el contenido del vaso.
—Si te mueres es tu culpa —dijo él.
—Si me muero es mi culpa —contestó la robot.
Dejando el dinero encima de la barra, el chico salió del local y la noche se cernió sobre él.
En cuanto la silueta del joven desapareció por la puerta, el dueño alzó la voz para que el resto de los comensales le oyesen.
—¡A esta invita la casa! ¡Bebed todo lo que queráis! —exclamó extrayendo la bebida a través del tubo de plástico. Nadie en el bar parecía estar dispuesto a irse a casa pronto.
—¡Viva!
—¡Dale, dale!
Detrás de la barra, se podía ver como incluso el dueño, junto a los clientes y camareros, alzaba su copa en un brindis.
Aquella noche, el bar permaneció abierto hasta altas horas de la madrugada. La música de la radio sonaba sin cesar. No obstante, a pesar de que nadie había vuelto a casa, no se escuchaban voces humanas.
Un «buenas noches» proveniente del programa de radio hizo que el silencio se apoderase del lugar.
—Buenas noches —murmuró la señorita Bokko.
Con un rostro impasible, esperó a su siguiente compañero de copas.
JP/EN > ES freelancer translator graduated from the University of Salamanca and majored in East Asian Studies and currently attending to a Master's degree in the Autonomous University of Barcelona.
With videogaming as a passion, I'm currently searching for new projects of audiovisual, videogame, literary translation fields.