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English to Italian: Product described in an online catalogue General field: Marketing Detailed field: Textiles / Clothing / Fashion
Source text - English Men’s Bags
Long gone are the days of man-bag dilemma - we're packing it in to holdalls, satchels and duffles. Rucksacks give you enough room for your work/college essentials with trusty barrel bags handling your gym kit and weekends away.
Translation - Italian Borse da uomo
Quei giorni di eterno dilemma sulla borsa da uomo sono oramai un lontano ricordo- mettiamo via sacche da viaggio, borse a tracolla e borsoni.
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Spanish to Italian: Down Syndrome Paper General field: Social Sciences Detailed field: Education / Pedagogy
Source text - Spanish Revista Síndrome de Down I volumen 32, junio 2015
Intervención sobre la conducta: prevención, anticipación y límites
Emilio Ruiz Rodríguez
Corrección de conductas inadecuadas sin utilizar el castigo
Los apartados anteriores, basados en el fomento de conductas deseables y en el establecimiento de un sistema de consecuencias naturales, ofrecían propuestas de actuación tendentes a prevenir la aparición de las conductas denominadas disruptivas, que en ocasiones se han calificado como conductas problemáticas. Definir un “problema de conducta” no es tarea fácil, pues depende de los objetivos buscados por cada uno de los participantes en la relación. Las interacciones humanas siempre son circulares y lo que puede parecer un problema para el adulto supone una solución para el niño. De acuerdo con la teoría de la comunicación humana (Watzlawick y col., 1997), una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios para un observador externo. Sin embargo, quienes participan en la interacción introducen una “puntuación de la secuencia de hechos”, en función de su propio punto de vista. Un comportamiento que para un padre es problemático, para el niño puede suponer una estrategia válida para conseguir lo que quiere.
Podríamos definir como conducta inadecuada toda aquella que interfiera en el desarrollo o en el aprendizaje del niño, la que rompa la dinámica natural en casa o en la escuela, la que pueda dañar al niño o a otros o la que se desvía de lo considerado típico en niños de edad similar (Cidad, 1990; Patterson, 2004; Cañas, 2006). En el ámbito educativo, las conductas disruptivas constituyen uno de los factores que más dificultan el proceso de incorporación de los niños con síndrome de Down a los entornos escolares inclusivos y suelen ser los que más preocupan a padres y maestros (Armas, 2007). De hecho, es una de las causas más frecuentes por la que los profesores demandan las presencia de los padres en el centro educativo (están más acostumbrados a que se les llame para corregir determinados comportamientos que para felicitarles por el buen hacer de su hijo).
Técnicamente hablando, un castigo es cualquier consecuencia que, presentada después de una conducta, reduce la frecuencia, intensidad o duración de esa conducta. Es fácil de aplicar, por lo que es el procedimiento más utilizado para extinguir conductas y aunque es eficaz a corto plazo, su validez a largo plazo es más que dudosa. Existen dos formas fundamentales de castigo: la aplicación de estímulos aversivos o molestos, como una reprimenda, o la supresión de estímulos positivos. La eliminación de estímulos agradables, a su vez, puede presentarse en forma de tiempo fuera de reforzamiento (time out), colocando al individuo en una situación en que no puede acceder a reforzadores (aislándole, por ejemplo), o en forma de costo de respuesta, que consiste en la pérdida de un reforzador, como cuando a un niño se le priva de ver la televisión tras una conducta inadecuada. La eficacia de estas técnicas se basa en su correcta utilización. Cuando se envía a un niño “castigado” a su habitación, pretendiendo aplicar un “time out” o “tiempo fuera”, pero allí encuentra multitud de juegos y formas de diversión, lo lógico es que no se consigan resultados. En este caso, los hechos demuestran que el niño en realidad, ha sido premiado, por lo que su conducta no se verá reducida.
En el lenguaje coloquial, los estímulos aversivos que se utilizan como castigo suelen ser reacciones de los adultos, en forma de gritos o azotes, aplicadas tras la aparición de una conducta inapropiada. En el fondo, la mayor parte de las veces se trata de respuestas incontroladas del adulto, más que intervenciones educativas planificadas y reflexionadas. Este tipo de castigo, siendo una de las estrategias más frecuentes para la corrección o supresión de comportamientos disruptivos, tiene muchos efectos secundarios indeseables que la convierten en una de las más perjudiciales a medio y largo plazo. Produce alteraciones emocionales negativas (como rabia, agresividad, frustración, desencanto, ira, deseos de revancha), evitación del agente punitivo e imitación de su uso, además de que no ofrece ninguna idea de cómo mejorar la conducta. En otras palabras, el castigo informa de lo que se ha hecho mal, pero no de cuál es la actuación correcta, por lo que no asegura que el niño sepa cómo tiene que actuar. Se han de reservar los castigos únicamente para evitar conductas peligrosas (“¡no!” cuando acerca sus dedos a un enchufe) o cuando todas las demás estrategias no han surtido efecto.
Como ocurre con los premios o los refuerzos positivos, los estímulos aversivos han de seleccionarse en función de su efecto en cada niño concreto, por lo que no es posible saber con antelación si uno determinado será válido hasta que no se compruebe su eficacia en la práctica. Es recomendable servirse de aquellos que proporcionen al mismo tiempo ideas para mejorar la conducta, como en el caso de sentarse apartado en “la silla o el rincón de pensar” para revisar lo que se ha hecho mal y buscar alternativas más adecuadas.
La utilización de refuerzos positivos es una técnica más útil de adquisición de conductas adecuadas con niños con síndrome de Down, siendo los reforzadores sociales, como los elogios, las sonrisas y las palabras de ánimo, los más eficaces. Se ha de tener en cuenta que la motivación fundamental para cualquier niño suele ser la atención del adulto, en especial de los adultos que más importante en su vida, sus padres y maestros fundamentalmente. Los comportamientos inadecuados se mantienen por la recompensa que obtiene el niño, lo que sugiere que la intervención debe implicar un cambio en la actuación de quienes le rodean. Por lo general, si el adulto modifica su reacción, el niño variará su conducta.
Hay que esperar lo mejor del niño, creyendo en él y transmitiéndole la convicción de que mejorará y corregirá sus errores. Se ha de procurar contemplar la situación desde su perspectiva, poniéndose en su lugar y tratándole con respeto. No se debe utilizar nunca el “ya no te quiero” o el chantaje emocional, pero sí se puede responder con frialdad o con expresión del enfado, por medio de un gesto o un silencio, que él sabrá captar. Se ha de ignorar cualquier conducta inaceptable encaminada a atraer la atención, haciendo un esfuerzo consciente de retirar la mirada ante esos comportamientos, que en muchos casos no son más que demandas de atención o de cariño.
Es preciso ser especialmente prudentes a la hora de clasificar o etiquetar al niño por el hecho de que presente conductas inadecuadas. Es bien sabido el efecto pernicioso que podemos producir si desde pequeño le decimos que es malo, terco, torpe, distraído o cualquier otro calificativo que se convierte en profecía auto-cumplida, influyendo en la construcción de su identidad y llevándole a representar y asumir aquel papel que le hemos asignado (Saumell y col., 2011; Bolea y Gallardo, 2012).
Se ha de reconocer al niño y alabar sus comportamientos adecuados, estando pendientes de ellos. Lo habitual es que los padres estén más interesados en la conducta inapropiada, con el objeto de suprimirla, que en la correcta, que se da por supuesta. Está comprobado que la mayor parte de las interacciones que se producen entre padres e hijos se dirigen a dar órdenes y a corregir conductas. Pero esa tendencia lleva a que el poder de la atención del adulto como reforzador se enfoque precisamente hacia lo que no interesa. En general, hay que procurar que al niño le sea rentable hacer lo que debe y eso se consigue prestándole atención cuando actúa correctamente. Además, los incentivos y reconocimientos se han de aplicar inmediatamente después de que ocurran las conductas deseables, no esperando al final del día para hacerle saber que “hoy te has portado muy bien”.
Como se ha mencionado en repetidas ocasiones, el mayor reforzador es siempre la atención del adulto, las muestras de cariño y el refuerzo verbal, en forma de elogios por ejemplo (Leitenberg, 1983). Se le han de reconocer al niño sus progresos, mejoras y esfuerzos en todos aquellos aspectos relacionados con la conducta en que se haya mostrado algún tipo de mejoría. Las palabras y gestos han de transmitir sentimientos de confianza y de seguridad. “Me gusta cómo manejaste la situación”; “yo sé que tú puedes”; “estás progresando”; “te has esforzado mucho”, son fórmulas válidas para reconocerle en público o en privado sus progresos. El reconocimiento privado refuerza al niño en su intento de mejorar y fortalece el lazo afectivo con él. El reconocimiento público le ayuda a mejorar su autoestima y le compromete en su mejora delante de otras personas. Como principio general, los elogios es recomendable que se proporcionen siempre en público y las reprimendas en privado.
Otra medida válida es el reforzamiento de conductas incompatibles con las inapropiadas. Es el caso del entrenamiento en habilidades sociales o en el empleo creativo del tiempo de ocio, por ejemplo con la lectura, que limitan la aparición de conductas estereotipadas y autoestimulantes en niños con discapacidad intelectual. En otras ocasiones, pequeños que van adquiriendo un adecuado nivel de lenguaje expresivo verbal, reducen la frecuencia de sus comportamientos disruptivos en sus interacciones con otros niños, que utilizaban como forma de relación por desconocer otras más apropiadas.
Es importante la coherencia en las actuaciones, no haciendo depender la respuesta del estado de ánimo pasajero en que el adulto se encuentre en cada momento. Enfadarse un día por algo que ha hecho y “hacer la vista gorda” otro día por lo mismo, dependiendo del propio humor, es una forma de desorientar al niño. Se ha de evitar enviarle mensajes contradictorios, que le confunden, y ser coherentes en los planteamientos educativos. Si pretendemos que sea independiente, no podemos dirigirle constantemente, mandarle o hacer las tareas por él. Si queremos que sea responsable, hemos de confiar en sus posibilidades, dejándole tener obligaciones y procurando no ayudarle en aquello que es capaz de hacer por sí mismo. Si el educador se hace consciente de sus propias contradicciones será más probable que pueda corregirlas.
Cuando actúe de forma inadecuada, es preciso expresar clara y firmemente el descontento durante breves segundos, pero recordando al niño de inmediato que es bueno y capaz. No estamos enfadados con él o con ella, sino que nos disgusta su comportamiento. No es malo, sino que ha actuado incorrectamente en esa situación concreta. Es también muy práctico recordarle otras circunstancias en que actuó de forma correcta y en las que se le felicitó por su buena conducta. Por otro lado, las correcciones se han de realizar siempre en privado y sin enfado, dejando claro qué es lo que ha hecho mal y cómo puede manejarlo en el futuro, además de aplicar las consecuencias de su conducta incorrecta.
Si aparecen reacciones incontroladas lo más recomendable es distraerle, divertirle, transmitirle nuestra confianza en que será capaz de dominarse. Es imprescindible mantener la calma y, si no es posible, hay que alejarse y volver cuando se haya alcanzado la serenidad precisa. Apartarle o apartarse uno mismo de la situación es la mejor estrategia si la reacción se ha descontrolado (Ferrerós, 2005). Se le ha de explicar que le dejamos hasta que se tranquilice para que lo piense. De todos modos, cualquier intento de intervención en esos momentos es muy probable que fracase, ya que el bloqueo o secuestro emocional producido no permite ningún abordaje racional constructivo (Goleman, 1996). Deberá esperarse a que se pasen los efectos de la explosión de ira para preguntar al niño por su visión de lo que ha ocurrido, analizar con él la situación y proporcionarle estrategias de actuación apropiadas en circunstancias semejantes. En todo caso, la mejor intervención ante los berrinches y las pataletas es siempre la prevención.
No quisiera concluir este apartado sin dejar de mencionar que la presencia habitual de determinadas conductas disruptivas está llevando con relativa frecuencia a diagnósticos precipitados y a la utilización de fármacos como estrategia de intervención. Dar una pastilla a un niño con dificultades de regulación del comportamiento puede resultar la medida más rápida y cómoda en ese momento, pero no asegura su eficacia para los objetivos pretendidos, especialmente en lo que se refiere a su propio bienestar. Antes de proponer el empleo de medicación deberían de aplicarse algunas o todas las medidas que aquí se sugieren, de manera sistemática y rigurosa, y únicamente en caso de que no surtan efecto, y siempre dentro del marco de un diagnóstico especializado, se puede pensar en alternativas farmacológicas.
Modificación de conducta
La terapia cognitivo-conductual se basa en las teorías del aprendizaje, en concreto el condicionamiento clásico, el condicionamiento operante y el aprendizaje social, ampliadas en épocas recientes con las aportaciones de las técnicas cognitivas (Palomero y Fernández, 1994). Su objetivo es instaurar, mantener, cambiar o suprimir conductas, asumiendo que están moldeadas por contingencias ambientales inadecuadas. Se parte de que tanto la conducta normal como la “anormal” se adquieren según las leyes del aprendizaje y por tanto, por medio de esas mismas leyes pueden ser modificadas. Si se ha producido un mal aprendizaje, el tratamiento consistirá en reaprender bien lo que se ha aprendido mal.
Al analizarlas, interesan más los determinantes actuales que los antecedentes lejanos, por lo que hay que centrarse en el “aquí y ahora”. El análisis implicaría la evaluación detallada de la conducta difícil que se desea modificar, la definición de las variables que la mantienen, la aplicación de la técnica concreta y la valoración de los resultados. En este sentido, es preciso recordar que el comportamiento inadecuado se ha de corregir allí donde se produce, por lo que tiene poco sentido reclamar a la familia que solucione determinadas conductas que están apareciendo en el entorno escolar, algo que ocurre con relativa frecuencia. La familia puede apoyar o reforzar la postura de los maestros, respaldando desde casa las intervenciones establecidas y llevando a cabo las medidas propuestas. Pero han de ser los docentes, en el ámbito de la clase o del centro, quienes deberán definir el plan de actuación y tomar las medidas oportunas. Para recoger datos, se pueden utilizar entrevistas, autorregistros, escalas o cuestionarios, aunque la observación conductual es la estrategia más empleada y eficaz.
Los procedimientos de modificación de conducta se han mostrado como estrategias muy útiles de intervención con las personas con discapacidad intelectual. (Feeley y Jones, 2007). Constituyen un enfoque de tratamiento con múltiples ventajas, ya que son fáciles de aplicar, rápidos, de bajo costo y adaptables a múltiples contextos. Algunas técnicas válidas para la intervención con alumnos con síndrome de Down son el reforzamiento, la economía de fichas, el modelado o aprendizaje por observación, el moldeamiento o aprendizaje por aproximaciones sucesivas y el encadenamiento o aprendizaje de cadenas de estímulos y respuestas, para aumentar las conductas. Para disminuirlas o eliminarlas, se pueden emplear la extinción o supresión de los reforzadores que las alimentan, el tiempo fuera o aislamiento y la presentación de estímulos aversivos (Caballo, 1993; Pear, 1993; Palomero y Fernández, 1994; Cañas, 2006).
Aunque pueden aplicarse tanto para implantar conductas e incrementar otras ya presentes como para suprimirlas, son empleadas con más frecuencia a la hora de eliminar comportamientos inadecuados, que son los que más distorsionan, tanto en casa como en la escuela. El proceso de intervención comenzaría con la identificación de la conducta objetivo que se desea disminuir o suprimir, de la forma más clara y precisa posible, por medio de una descripción operativa (Izuzquiza y Ruiz, 2007; Saumell y col., 2011). Es habitual que padres y profesores se quejen de la conducta de los niños describiendo de forma vaga y poco precisa lo que ocurre. Decir que “se porta mal”, “es vago” o “no hace caso”, aporta poca información sobre lo que está sucediendo y la forma de abordar el problema. “Se arroja al suelo y grita”, “no recoge sus juguetes” o “tira del pelo a la hermana”, son formas objetivas de describir un comportamiento inadecuado. Al tiempo, se ha de definir la conducta alternativa, es decir, lo que se espera que el niño realice en sustitución de la inadecuada. Siempre que se pueda se han de establecer metas en positivo, de forma que sepa cuál es el comportamiento correcto que se espera de él o ella. “Expresa con palabras su descontento”, “recoge los juguetes después de jugar con ellos” o “juega con su hermana”, serían alternativas válidas a las conductas anteriores.
Posteriormente se ha de realizar un registro de la conducta-problema, en el que se recoja la situación y los momentos en que aparece, las personas presentes y su frecuencia, intensidad y duración, así como su gravedad. El registro sirve para objetivar la conducta y permitirá la posterior comprobación de los resultados del programa de intervención. Muchas conductas que parecen muy preocupantes, en realidad se presentan con muy poca frecuencia o apenas duran unos segundos, mientras que otras que aparecen habitualmente son poco graves o intrascendentes.
Se determina la intervención, estableciendo las personas que participarán y los reforzadores o técnicas de modificación de conducta que se emplearán. Se ha de intentar abordar las conductas de una en una, comenzando por la que tenga más probabilidades de corregirse con éxito. Se introducirá el programa de intervención y se modificará si los resultados no son los deseados, con un seguimiento constante del plan para comprobar su eficacia, basado una vez más, en registros sistemáticos y objetivos.
Si por ejemplo se decide elaborar y aplicar un programa de economía de fichas, tras determinar la conducta final y las conductas que se van a premiar o castigar, se confeccionará un baremo especificando el valor de intercambio de las fichas. Estará relacionado con su poder reforzador para el sujeto, por lo que los reforzadores más apetecibles requerirán un número mayor de fichas. Se canjearán al principio fichas por reforzadores frecuentemente, para ir retardando el canje gradualmente hasta su eliminación, para que se produzca la deshabituación a las fichas y reforzadores. Poco a poco, se irán reemplazando los reforzadores materiales por afectivos y sociales y por el valor intrínseco de la propia actividad. Es preciso, por último, asegurar la generalización de los cambios conseguidos, para que se extiendan a otras situaciones o momentos.
Análisis funcional de la conducta
El análisis funcional de la conducta intenta averiguar los factores responsables de la producción o mantenimiento de los comportamientos calificados como alterados o disruptivos y la relación de contingencias entre ellos establecida (Cidad, 1990; Cañas, 2006). Para una intervención eficaz que se base en un análisis funcional de la conducta es preciso comenzar por definir con claridad y de forma observable y cuantificable la conducta que se quiere variar.
Hay que estudiar los antecedentes y los consecuentes de la conducta, siguiendo la secuencia lógica “antecedentes – conducta – consecuentes” (Carr y col., 2001; Edmonton y Turnbull, 2004; Goñi y col., 2007). Para ello, se plantearán las preguntas: ¿qué ocurrió antes? (¿cuándo ocurrió la conducta?, ¿dónde?, ¿quién estaba presente?, ¿qué hacían las demás personas antes de que ocurriera?) y ¿qué ocurrió después? (¿cómo reaccionó cada persona a la conducta del niño?).
Entre los antecedentes, como ya se recogió en un apartado anterior, podemos encontrar algunos internos, propios del niño, y otros externos, relacionados con la situación. Los consecuentes son los resultados que la conducta del niño produce en el ambiente. La probabilidad de aparición de una respuesta está en directa relación con sus consecuencias inmediatas. Habitualmente la conducta se mantiene cuando se obtiene algún tipo de refuerzo de ella, por lo que es preciso preguntarse qué beneficio está obteniendo el niño. No nos cansaremos de repetir que el reforzador más importante suele ser la atención de los adultos y un niño puede llegar a portarse de forma inapropiada exclusivamente por obtener esa atención, incluso pagando el precio de un castigo o una reprimenda. Por tanto, la intervención se ha de dirigir a variar las consecuencias, introduciendo otras diferentes dirigidas a modificar la conducta.
Tras realizar la evaluación de la conducta problema, definiéndola de forma operativa, y registrar y analizar todos los datos, antecedentes y consecuentes, se formula una hipótesis funcional, un juicio en el que se especifican las variables del problema y su relación con la conducta. La hipótesis de intervención es una predicción en términos operativos acerca de la probabilidad y dirección del cambio que podríamos obtener en la conducta problema si provocamos cambios en las variables que la están manteniendo (Cidad, 1990). Pongamos algunos ejemplos:
• Si establecemos la hipótesis de que el berrinche de un niño está mantenido por la atención posterior de los adultos, cambiaremos las consecuencias. En concreto, cuando se tira al suelo, haciendo una pataleta, se varía la reacción habitual hasta ese momento; ya nadie se enfada, ni le grita, sino que todo el mundo sale de la habitación, sin hacerle caso (retirada de atención). Cuando se le pase el berrinche se vuelve a hablar con él, ofreciéndole alternativas correctas de actuación para alcanzar lo que desea.
• Si suponemos que un niño no recoge sus juguetes porque ha observado que la madre le riñe pero acaba recogiéndolos ella, modificamos la respuesta. La madre, en lugar de sermonearle, se sienta a su lado y se los hace recoger, felicitándole efusivamente cuando termine (reforzamiento de conductas incompatibles).
• Cuando tira del pelo a la hermana, ya no se le da un azote, sino que no se le habla y se le sienta en la “silla de pensar” durante unos minutos (refuerzo negativo y reflexión sobre la conducta adecuada), invitándole a que juegue con ella posteriormente.
Es fundamental la selección de los reforzadores más eficaces para los fines propuestos. Los diversos objetos y acciones adquieren su condición de reforzador solamente cuando hemos verificado su eficacia modificadora, por lo que no se puede determinar a priori qué premio va a producir efectos. Se ha de tener en cuenta que una recompensa o una consecuencia válida para un niño, no siempre produce el mismo efecto en otro, lo que obliga a variar la estrategia cuando no se consiguen resultados observables (Bender y Valletutti, 1981). Por otro lado, muchos premios pierden su poder reforzador para un determinado niño con el tiempo, por lo que será preciso variarlos en función de los efectos que produzca. Para seleccionar los posibles reforzadores o premios podemos utilizar la observación objetiva (detectando qué actividades suele hacer o qué cosas le gustan), el ofrecimiento de alternativas de refuerzo o preguntar directamente a sus familiares o al propio niño sobre sus gustos e intereses.
Los resultados de una intervención basada en un análisis funcional de la conducta, solamente podrán ser valorados tras una aplicación sistemática y constante. Cuando se alcancen los resultados apetecidos y se establezca la conducta apropiada, se ha de retirar paulatinamente el programa de intervención, para que las consecuencias naturales del medio en que habitualmente se lleva a cabo la conducta, el apoyo natural de quienes le rodean y los reforzadores intrínsecos del niño, la mantengan en el futuro.
Translation - Italian Rivista Sindrome di Down I, volume 32, giugno 2015
Intervento sul comportamento: prevenire, anticipare e limitare
Emilio Ruiz Rodríguez
Correggere i comportamenti inadeguati senza ricorrere al castigo
Nei paragrafi precedenti, riguardanti l’aspirazione a comportamenti auspicabili sulla base di un sistema di conseguenze naturali stabilite, presentava proposte di attuazione tendenti a prevenire la comparsa di quei comportamenti chiamati distruttivi, che talvolta sono stati classificati come problematici. Definire un “problema comportamentale” non è una cosa facile, in quanto molto dipende dagli obiettivi che ciascino dei partecipanti alla relazione intende raggiungere. Le interazioni umane sono sempre di natura circolare; ciò che è considerato un problema per un adulto, può essere visto come una soluzione per un bambino. Secondo la teoria della comunicazione umana (Watzlawick e col., 1997), una serie di comunicazioni può essere vista come una sequenza ininterrotta di interscambi da parte di un osservatore esterno. Tuttavia, i partecipanti all’interazione introducono un “ punteggio della sequenza dei fatti”, in base al proprio punto di vista. Un comportamento che un genitore considera problematico, per un bambino potrebbe rappresentare invece una strategia vincente per ottenere ciò che desidera.
Definiamo un comportamento inadeguato quello che interferisce nello sviluppo o nel processo di apprendimento del bambino o che rompe la dinamica naturale in casa o a scuola, che potrebbe danneggiare il bambino, o quel comportamento che si discosta da ciò che viene considerato tipico nei bambini di una certa età. (Cidad, 1990; Patterson, 2004; Cañas, 2006). In ambito educativo, i comportamenti distruttivi rappresentano uno dei fattori che rendono più difficile il processo di adattamento dei bambini con sindrome di Down all’interno del contesto scolastico e tendono ad essere quelli che destano maggiori preoccupazioni a genitori e insegnanti (Armas, 2007). Ciò costituisce uno dei motivi principali per cui i professori richiedono la presenza dei genitori all’interno dei centri educativi (questi ultimi infatti sono chiamati in causa soprattutto quando bisogna correggere il comportamento dei propri figli e meno spesso quando invece bisogna riconoscergli meriti).
Da un punto di vista tecnico, un castigo è la conseguenza che riduce la frequenza, l’intensità o la durata di un certo comportamento. Esso viene applicato in maniera molto semplice ed è per questo che costituisce il metodo più utilizzato per estinguere un certo comportamento; tuttavia se è vero che risulta efficace nel breve periodo, non lo è altrettanto a lungo termine. Esistono due tipologie principali di castighi: l’applicazione di stimoli avversivi o molesti, come per esempio una repressione o la fine di uno stimolo positivo. La repressione degli stimoli positivi, può presentarsi sottoforma di tempo trascorso lontano dal rafforzatore (time out), collocando l’individuo in una situazione nella quale non può accedere a rafforzatori (isolandolo, per esempio). Il secondo tipo è il costo alla risposta, che consiste nella perdita del rafforzatore, come nel caso in cui ad un bambino viene vietato di vedere la TV in risposta ad un comportamento inadeguto. L’efficacia di questa tecnica si basa sulla sua corretta applicazione. Quando si manda un bambino “in castigo”nella sua stanza, con l’intenzione di attuare un “time out” o un “momento di riflessione”, ma lí trova tutti i suoi giocattoli e svaghi, sembra logico che non vengano raggiunti i risultati aspettati. In questi casi, i fatti dimostrano che il bambino è stato in realtà premiato e pertanto il suo comportamento non verrà di certo limitato.
Nel linguaggio colloquiale, gli stimoli avversivi che vengono utiizzati come castighi tendono ad essere reazioni degli adulti, sottoforma di grida o sculacciate che avvengono in risposta al comportamento inappropriato. C’è da dire che la maggior parte delle volte si tratta di riposte non controllate da parte dell’adulto pittosto che di interventi educativi pianificati e riflettuti. Questi tipo di castigi, trattandosi di una delle strategie piu frequentemente utilizzate per correggere o eliminare i comportamenti distruttivi, hanno molti effetti secondari non desiderati che fanno del castigo una delle risposte più dannose nel lungo corso. Quest’ultimo infatti produce alterazioni emozionali negative (come rabbia, aggressività, delusione, ira, desiderio di vendetta), viene evitata la persona che punisce, e imitato il suo atteggiamento, oltre al fatto che non offre nessuna idea di come migliorare il comportamento. In altre parole, il castigo fa capire che si ha sbagliato ma non dà informazioni sul comportamento corretto da avere e pertanto non si può pretendere che il bambino sappia come deve comportarsi. I castighi dovrebbero essere riservati solo per evitare comportamenti pericolosi (“No!” nel caso in cui mette le dita nella presa della corrente) o quando tutte le altre strategie non hanno funzionato.
Cosí come accede con i premi o i feedback positivi, gli stimoli avversivi devono essere scelti a seconda dell’effetto sortito su ciascun bambino, e questo significa che non è possibile sapere in anticipo la sua validità fino a quando non si prova la sua efficacia nella pratica. Viene raccomandato servisi di quelli che offrono al contempo idee per migliorare il comportamento, come nel caso del sedersi sulla “sedia o nella stanza della riflessione” perche’ il bambino rifletta su ciò che ha fatto di male e cerchi alternative adeguate.
Ricorrere a feedback positivi è la tecnica più ampiamente utilizzata con i bambini con sindrome di Down, siccome i rafforzatori sociali quali elogi, sorrisi e parole di conforto sono i più efficaci. Bisogna tenere in considerazione che l’obiettivo principale per qualsiasi bambino è ottenere l’attenzione dell’adulto, in particolare degli aduli più importanti della sua vita, come i genitori e i maestri. I comportamenti inappropriati sono mantenuti dalla ricompensa che ottiene il bambino, il che fa pensare che l’intervento deve implicare un cambiamento nell’azione di coloro che lo circondano. In linea generale, se l’adulto modifica la propria reazione, il bambino a sua volta cambierà il suo comportamento. Bisogna aspettarsi il meglio dal bambino, credendo in lui e trasmettendogli la convinzione che sarà capace di migliorare e correggere i suoi errori. Bsogna fare in modo che pensi alla situazione dal suo punto di vista e trattarlo con rispetto. Mai utilizzare espressioni come “non ti voglio bene più” o la minaccia emotiva, preferendo invece una risposta fredda o espressioni di rabbia, attraverso gesti o silenzi che il bambino sarà in grado di captare. Bisogna ignorare qualsiasi comportamento inaccettabile atto ad attrarre attenzione, sforzandosi di distogliere lo sguardo o verso questi comportamenti, che in molti casi altro non sono che richieste di attenzione o affetto.
E’ importante essere particolarmente prudente quando si tratta di classificare o etichettare il bambino con espressioni che richiamano il fatto di aver avuto un comportamento inappropriato. Risaputo è l’effetto deleterio che si ottiene se il bambino viene chiamato cattivo, cocciuto, brutto, distratto o qualsisasi altro aggettivo, influendo nella formazione della sua indentità e portandolo a rappresentare e assumere quel ruolo che gli abbiamo assegnato (Saumell e col., 2011; Bolea e Gallardo, 2012).
Bisogna saper riconoscere i buono comportamenti ed elogiarli, tenendoli in considerazione. Generalmente, i genitori sono maggiormente attenti ai comportamenti inappropriati, che si desidera eliminare piuttosto che a quelli corretti che invece si danno per scontato. E’ stato provato che la maggior parte delle interazioni che si svolgono tra genitori e figli riguardano il dar ordini e correggere un certo comportamento. Tuttavia, questa tendenza fa i modo che il potere generato dall’attenzione dell’adulto in qualità di rafforzatore, si concentri solamente verso ciò che non è importante. In linea generale, bisogna far in modo che il bambino faccia il suo dovere di buon grado, cosa che si ottiene prestandogli attenzione quando agisce correttamente. Inoltre, gli incentivi e i riconoscimenti devono essere dati subito dopo che il comportamento ideale è stato messo in pratica e non aspettare la fine della giornata per fargli sapre che “oggi hai fatto proprio il bravo”.
Cosí come è stato già detto diverse volte, il maggior rafforzatore consiste nell’attenzione dell’adulto, la dimostrazione di affetto e il rafforzamento verbale, sottoforma di elogi per esempio (Leitenberg, 1983). Bisogna riconscere i progressi fatti dal bambino, i suoi miglioramenti e i suo i sforzi in tutti quelli che sono gli aspetti relativi al comportamento dove sono stati riscontrati dei miglioramenti. Le parole e i gesti devono trasmettere espressioni di fiducia e di sicurezza, “ ho apprezzato il modo in cui hai saputi gestire la situazione”; “so che puoi farcela”; “stai facendo progressi”; “ti sei impegnato tanto”, sono formule efficaci che fanno riconoscere i propri progressi sia in pubblico che in privato. Il riconoscimento nella sfera privata incentiva il bambino nella sua intenzione di migliorare e rafforzare il legame affettivo. Il riconoscimento nella sfera privata lo aiuta nell’autostima e lo coinvolge nel suo miglioramento nei confronti di altre persone. Seguendo un principio generale, gli elogi devono essere fatti in pubblico e le ramanzine in privato.
Altro strumento importante consiste nel rafforzamento dei comportamenti incompatibili con quelli inappropriati. Come nel caso dell’esercizio delle abilità sociali o nell’utilizzo creativo del tempo libero, la lettura per esempio, che limita il presentarsi di comportamenti stereotipati e autostimolanti nel bambino con disabilità intellettuali. In altre occasioni, i piccoli che stanno apprendendo un certo livello di linguaggio espressivo verbale, riducono la frequenza del comportamento distruttivo nell’interagire con altri bambini, che utilizzavano questo come modo di relazionarsi siccome non erano a conoscenza di un’alto più adeguato.
E’ molto importante la coerenza nel modo di agire, evitando di far vincere la risposta che lo stato d’animo dell’adulto fornisce in un dato momento. Se ci si arrabbia un giorno per qualcosa che si ha fatto e un altro giorno si sorvola sulla stessa cosa, a seconda dell’umore, il bambino verrà disorientato.
Bisogna evitare di inviare messaggi contradditori, che confondono ed essere coerenti con i propri piani educativi; se vogliamo che il bambino sia indipendente, non possiamo dirigerlo sempre o ordidargli di fare qualcosa o farlo al suo posto. Se vogliamo che sia responabile, dobbiamo avere fiducia nelle sue possibilità, affidandogi compiti e non aiutarlo in ciò che è capace di fare da solo. Se l’educatore è consapevole delle proprie contraddizioni probabilmente sarà in grado di correggerle.
Se il bambino si comporta in maniera inadeguata, è importante comunicare chiaramente il proprio disappunto per alcuni secondi, ricordandogli subito che lui è buono e capace; che non siamo arrabbiati con lui o lei, ma semplicemente che non ci è piaciuto il loro comportamento; che non è cattivo, ma che ha agito in maniera sbagliata in una data situazione. Potrebbe funzionare anche il richiamare alla memoria altre situazioni precendenti nelle quali invece si è comportato bene. Inoltre, la correzione si deve sempre fare in privato e senza arrabbiarsi, chiarendo dove e come si ha sbagliato e spiegandogli come agire in futuro, oltre a mettere in pratica le conseguenze di un comportamento scorretto.
Se si dovessero presentare reazioni non previste, si consiglia di distrarre il bambino, farlo svagare, fargli capire che noi sappiamo che è in grado di controllare la situazione. E’ fondamentale mantenere la calma, e se non è possibile, è meglio allontanarsi e ritornare quando si è raggiunta una maggiore serenità. Allontanarlo a allontanarsi dalla situazione è la migliore strategia se la relazione è andata fuori controllo (Ferrerós, 2005). Bisogna spiegargli che aspettiamo che si tranquillizzi perche’ rifletta su ciò che è accaduto. In ogni caso, qualsiasi tentativo di intervento in momenti del genere è generalmente vano, siccome il blocco o sequestro emotivo prodotto non permettono un approccio razionale costruttivo (Goleman, 1996). Bisognerà aspettare finche’ gli effetti dell’ira non siano terminati per poter chiedere al bambino cosa sia accaduto dal suo punto di vista e analizzare insieme la situazione per suggerire strategie di comportamento appropriato da adottare in situazioni simili. In ogni caso, la miglior risposta davanti a capricci e infuriate è sempre la prevenzione.
Non potevo concludere questa sezione senza ricordare che la presenza abituale di determinati comportamenti distruttivi sta portano in molti casi a diagnosi precipitose e quindi all’utilizzo di farmaci come tecniche di intervento. Dare una pillola ad un bambino che ha difficoltà nella gestione del suo comportamento potrebbe rappresentare una soluzione troppo rapida e comoda a cui ricorrere in un dato momento, ma non si assicura la sua efficacia nel fututo, specialmente in riferimento al suo benessere. Prima di arrivare alla medicina, bisognerebbe aver tentato tutte le altre soluzioni suggerite, in maniera sistematica e rigorosa, e solamente nel caso in cui non siano stati raggiunti gli effetti auspicati, e sempre in un constesto di una diagnosi specialistica, si potrebbe pensare di ricorrere all’alternativa farmacologica.
Modificare la condotta
La terapia comportamentale-cognitiva si basa sulle teorie dell’apprendimento, in particolare il condizionamento classico, il condizionamento operante e l’apprendimento sociale, ampliate recentemente dalle apportazioni delle tecniche cognitive (Palomero e Fernández, 1994). L’obiettivo è quello di instaurare, mantenere, cambiare o sopprimere certi comportamenti, tenendo presente che questi ultimi sono modellati da situazioni circostanti inadeguate. Per prima cosa, sia il comportamento normale che quello “anormale” si acquisiscono secondo le leggi dell’apprendimento e pertanto, attraverso queste ultime è possibile modificarlo. Se l’apprendimento non è avvenuto correttamente, bisognerà riapprendere bene ciò che si è appreso male. Se si analizzano i comportamenti, i determinanti attuali sono più importanti di quelli andecendenti, pertanto bisogna concentrarsi sul “qui e ora”. L’analisi prevederebbe la valutazione dettagliata dei comportamenti difficili che si desidera modificare, la determinazine delle variabili che li generano, l’applicazione della tecnica concreta e l’analisi dei risultati. In questo senso, è importante ricordare che bisogna correggere un comportamento sbagliato nel momento stesso in cui si produce, pertanto sembra fuori luogo richiamare la famiglia nell’impegno a correggere un certo atteggiamento che si ripete nel contesto scolastico, cosa che invece accade di frequente. La famiglia può appoggiare o rafforzare le decisoni del maestro, facendo leva a casa su come si sia deciso di intervenire a riguardo e portando a termine le misure propostesi. Tuttavia, resta compito del docente, all’interno della classe o del centro educativo, detreminare il piano di attuazione e prendere le misure opportune. Per raccogliere dati, si possono utilizzare interviste, autoregistrazioni, scale di valori o questionari, anche se l’osservazione della condotta è sempre la strategia più utilizzata ed efficace.
I procedimenti atti alla modifica del comportamento si sono rivelati come strategie molto utili nell’interazione con persone con disabilità intellettuali (Feeley e Jones, 2007). Apportano una certa attenzione al trattamento con svariati vantaggi, dal momento che sono facilmente applicabili, veloci, a basso costo e adattabili a diversi contesti. Alcune tecniche valide in rapporto ad alunni con sindrome di Down consistono nel rafforzamento, economia simbolica o a gettoni, il modellamento di apprendimento per osservazione, il modellamento di apprendimento per approssimazione successiva e la catena o apprendimento a catena di stimoli e risposte per migliorare la condotta. Per diminuire o eliminare i casi di comportamento inappropriato, si può ricorrere alla soppressione o cessazione dei rafforzatori che lo alimentano, il tempo trascorso lontano dal rafforzatore o l’isolamento o la presentazione di stimoli avversivi (Caballo, 1993; Pear, 1993; Palomero e Fernández, 1994; Cañas, 2006).
Sebbene questi possano essere applicati sia per implementare comportamenti, incrementare altri già presenti che per sopprimerli, sono impiegati con maggiore frequenza quando si devono eliminare comportamenti inadguati, che sono quelli più complessi tanto in casa come a scuola. Il processo di intervento comincerà con l’identificazione del comportamento obiettivo che si deridera sminuire o sopprimere, nella maniera più chiara e precisa possibile, attarverso la descrizione operativa (Izuzquiza e Ruiz, 2007; Saumell e col., 2011). E’ frequente che genitori e professori si lamentino del comportamento dei bambini descrivendolo in modo vago e poco preciso , dire che ”si comporta male”, “è vago” o “non è attento”, non conferisce informazioni precise a ciò che sta succendendo e a come affrontare il problema. “Si butta a terra e grida”, “non raccoglie i suoi giochi” o “tira i capelli alla sorella”, sono descrizioni oggettive del comportamento inadeguato. Allo stesso tempo, bisogna definire il comportamento alternativo, ovvero ciò che ci si aspetta che un bambino faccia al posto di quello sbagliato. Si deve sempre cercare di stabilire mete in positivo, in modo tale che si sappia il comportamento corretto che si ci aspetta. “Esprime a parole il suo malumore”, “raccoglie i giocattoli dopo aver giocato” o “gioca con sua sorella”, dovrebbero essere le alternative positive ai comportamenti negativi precedentemente enunciati.
Successivamente bisogna creare un registro di comportamento-problema dove vengano raccolte le situazioni e i casi in cui compare, le persone coinvole e la frequenza, l’intensità e la durata, cosí come la gravità. Il registro serve ad oggettivare il comportamento e consentirà di verificare successivamente i risultati del programma di intervento. Molti comportamenti che sembrano particolarmente preoccupanti, in realtà si presentano con molta poca frequenza o durano appena pochi secondi, mentre altri che si presentano abitualmente sono poco gravi o intrascendenti.
L’intervento si stabilisce, a seconda delle persone che partecipano e i rafforzatori o tecniche di modifica di comportamento che verranno adottate. Bisogna cercare di approcciare a certi comportamenti caso per caso, cominciando con quelli che hanno maggiori possibilità di di essere corretti. Verrà introdotto il programma di intervento che verrà modificato qualora i risultati non siano quelli desiderati, seguendo il piano in maniera costante per verificare la sua efficacia, sulla base di registri sistematici e obiettivi.
Se per esempio si decide di elaborare o applicare un programma di economia simbolica o a gettoni, dopo aver determinato il comportamento finale e quegli atteggiamenti che verranno premiati o castigati, si creerè una tabella specificando il valore di interscambio di gettoni. Questo avverrà in relazione al potere rafforzatore da parte del soggetto, dal momento che i rafforzatori più desiderati richiederanno un numero maggiore di gettoni. All’inizio, si ci sambieranno i gettoni per i rafforzatori in maniera più frequente, per poi rallentare lo scambio gradualmente fino alla sua eliminazione completa, perche’ si ci disabitui allo scambio gettoni-rafforzatori. Poco a poco, i rafforzatori materiali verranno sostituiti con quelli affettivi e sociali e per il valore intrinseco della propria attività. Per ultimo, occorre assicurare la generalizzazione degli sbambi conseguiti, perche’ possano essere estesi ad altre situazioni o casi.
Analisi funzionale del comportamento
L’analisi funzionale del comportamento ha l’obiettivo di verificare i fattori responsabili della produzione o della reiterazione di quei comportamenti classificati come alterati o distruttivi e la loro relazione con gli imprevisti (Cidad, 1990; Cañas, 2006). Per ottenere un intervento efficace basato sull’analisi funzionale della condotta, è opportuno cominciare a definire con chiarezza e in maniera osservabile e quantificabile il comportamento che si intende modificare.
Bisogna studiare gli antecedenti e le conseguenze di un dato comportamento, seguendo la sequenza logica “antedenti-comportamento-conseguenze” (Carr e col., 2001; Edmonton e Turnbull, 2004; Goñi e col., 2007).
Pertanto, si prepareranno le seguenti domande: che era successo prima? (Quando si è verificato il comportamento sbagliato? Dove? Chi era presente? Che stavano facendo le altre persone prima che questo succedesse? Che è accaduto dopo? (In che modo ha reagito ciascuno davanti all’atteggiamento del bambino?).
Tra gli antecedenti, come già accennato nel paragrafo precedente, rientrano alcuni interni, propri del bambino e altri esterni relazionati alla situazione. Le conseguenze sono i risultati scaturiti dalla condotta del bambino in una data circostanza. La possibiltà di una certa risposta sarà data in relazione alle sue conseguenze immediate. Abitualmente si matiene una certa condotta quando si ottiene in risposta un rafforzatore, pertanto è opportuno chiedersi quale beneficio sta ottenendo il bambino. Non ci stancheremo mai di ripetere che il rafforzatore più importante è l’attenzione degli adulti; un bambino può arrivare a comportarsi in modo inappropriato soltanto per ottenere questo tipo di attenzioni, anche dovendo pagare il prezzo di un castigo o una repressione. Pertanto, l’intervento deve essere diretto a cambiare le conseguenze, introducendo altre differenze volte a modificare il comportamento.
Dopo aver valutato il problema condotta, definendolo in modo operativo, e registrando e analizzando tutti i dati, antecedenti e conseguenti, si formula l’ipotesi funzionale, un giudizio nel quale vengono specificate le variabili del problema in relazione al comportamento. L’ipotesi di intervento è una previsione in termini operativi della possibilità e direzione del cambiamento che potremmo ottenere riguardo la condotta problema se apportiamo cambiamenti alle variabili che stiamo mantenendo (Cidad, 1990).
Di seguito alcuni esempi:
• Se stabiliamo per ipotesi che i capricci di un bambino sono dovuti all’attenzione posteriore degli adulti, cambiremo le conseguenze. In pratica, quando il bambino si butta a terra, facendo una scenanta, cambieremo la reazione abituale avuta fino a quel momento; nessuno si arrabbia, nessuno grida, tutti escono dalla stanza, senza dargli attenzione. Nel momento in cui i capricci sono terminati ci si parla, offrendogli alternative corrette di comportamento per ottenere ciò che desidera.
• Supponiamo che un bambino non raccoglie i suoi giocattoli perche’ ha notato che la madre pur sgridandolo, finisce per raccogliere lei stessa i giochi. Proviamo a modificare la risposta. La madre, invece di fargli la predica, si ci siede affianco e fa in modo che il bambino raccolga i suoi giochi, mostrandogli la sua contentezza con gesti d’affetto una volta terminato (rafforzamento di comportamento incompatibile).
• Quando il bambino tira i capelli a sua sorella, non gli si dà una sculacciata, ma gli si parla e lo si manda sulla sedia della riflessione per alcuni minuti (rafforzamento negativo e riflessione sul comportamento adeguato), spingendolo poi a giocare insieme alla sorella.
La scelta dei rafforzatori più adatti a seconda della finalità risulta fondamentale. I diversi oggetti e azioni acquisiscono la propria condizione di rafforzatore solamente nel momento in cui abbiamo verificato la loro efficacia mdificatoria, il che significa che non si può determinare a priori quale premo produrrà l’effetto desiderato. Bisogna tenere presente che una ricompensa valida per un bambino, non sempre produce lo stesso effetto su un altro bambino, il che obbliga a variare strategia qualora non si ottengano risultati osservabili. (Bender e Valletutti, 1981). Dall’altro lato, con il passare del tempo molti premi perdono il proprio potere rafforzatore agli occhi di un bambino, pertanto bisognerà cambiarli in funzione degli effetti prodotti. Per selezionare i possibili rafforzatori o premi, possiamo utilizzare l’osservazione oggettiva (individuando le attività che fa di solito o ciò che gli piace), offrire rafforzatori alternativi o chiedere direttamente ai suoi familiari o al bambino stesso i suoi gusti e interessi.
I risultati di un intervento basato sull’analisi funzionale della condotta possono essere valutati solamente attraverso un’azione sistematica e costante. Quando si raggiunono i risultati desiderati e si stabilisce la condotta appropriata, bisogna automaticamente sospendere il programma di intervento in modo tale che le conseguenze naturali del tramite attravero cui si realizza il comportamento, l’appoggio naturale di coloro che circondano il bambino e i suoi rafforzatori vengano mantenuti in futuro.
Spanish to Italian: Newsletter General field: Marketing Detailed field: Advertising / Public Relations
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English to Italian: Translation Agency Website General field: Other Detailed field: Internet, e-Commerce
Source text - English XXXX XXXX: A token of quality
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Composition
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Translation - Italian XXXX XXXX: un emblema di qualità!
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Redazione di testi
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English to Italian: Déjà Vu X3 Manual General field: Tech/Engineering Detailed field: IT (Information Technology)
Source text - English Discover Déjà Vu X3
1. The origin
Right from our very beginnings, Atril has been committed to providing tightly-integrated solutions helping everyone in the translation supply chain to work effectively and efficiently.
Designed by a translator for translators back in 1993, Déjà Vu has always stood out as the most user-friendly tool, while incorporating powerful functions.
Today, thanks to our CTO Daniel Benito, co-creator of Déjà Vu, ease of use remains one of its key features and we are proud now to reiterate its importance with Déjà Vu X3.
The new interface has been designed carefully, following Microsoft user experience guidelines to enhance usability and ergonomics, by ensuring consistency with other well-known programs and improving the discoverability of features.
2. What is new in Déjà Vu X3?
• User Interface
The note from the CTO – Daniel Benito
"One major area of improvement we worked on for the Déjà Vu X3 is the user experience – we are improving the usability of the product for both novice and advanced users. For new users, our aim is to reduce the learning curve considerably by improving the discoverability of functions and reducing information overload. At the same time, we want to make sure that advanced users can be even more effective than they have been with Déjà Vu X2."
Here are some highlights of the new interface you will discover:
• A new Start screen that makes getting started much easier, by providing a visual set of options that can be understood even by users with no experience with our software.
• Improved feature discoverability through a ribbon interface that groups commands in an intuitive manner, grouping them by tasks and only showing applicable commands in each context.
• A new simplified Translate and AutoTranslate feature bringing Scan, Lookup, Assemble, fuzzy match repair and MT together, giving users greater control over which translation resources to be used.
The User Interface has completely been redesigned to make your daily Déjà Vu experience intuitive and straightforward:
• The Start screen provides quick access to all of your recent files and the creation of new modules.
• The Ribbon approach ensures all Déjà Vu functionalities are visible and thus available, guiding you through translation best practices.
• Throughout Déjà Vu, the contextual help guides through all of its functionalities.
• Customize and hide the Ribbons at your convenience to enhance your productivity.
• With the customizable Quick Access Toolbar you can access all functionalities you need in a single click.
• Move the translation grid, Project Explorer, Preview as well as AutoSearch window to where it suits you best. If you’re using a second screen, why not move individual windows there so you can focus on the translation grid?
• Inline formatting
• Apply formatting of your text directly through the ribbon or shortcut keys which are consistent with those of Microsoft Office.
Manage all of your resources in one go
Déjà Vu X3 centralizes all of your resources, for you to configure which – portions of – databases you want to use in your translations.
You can configure everything with a few clicks through the new “Translate” feature and apply it directly to “AutoTranslate”, whether you want to use:
Voice command and speech recognition
Use Dragon Naturally Speaking with Déjà Vu.
Configure your voice commands and work in Déjà Vu entirely using a microphone, without touching your mouse or keyboard!
Translation - Italian Alla scoperta di Déjà Vu X3
1. Gli esordi
Fin dagli esordi, Atril si è impegnata a fornire soluzioni fortemente integrate in grado di aiutare chi lavora nell’ambito della traduzione in modo efficace e funzionale.
Pensato da un traduttore per i traduttori nel lontano 1993, Déjà Vu si è sempre contraddistinto per l’essere uno strumento di facile uso pur integrando funzioni complesse.
Oggi, grazie al nostro CTO Daniel Benito, co-ideatore di Déjà Vu, la facilità d’uso rimane una delle sue principali caratteristiche e siamo felici oggi di ribadire la sua riuscita con Déjà Vu X3.
La nuova interfaccia è stata accuratamente progettatata seguendo le linee guida di utenti Microsoft con lo scopo di migliorarne la fruibilità e l’ergonomia, assicurandone così l’uniformità con altri programmi già noti e ottimizzandone la versatilità delle sue caratteristiche.
2. Cosa è cambiato in Déjà Vu X3?
• Interfaccia utente
Nota del CTO – Daniel Benito
“Una delle principali ottimizzazioni su cui abbiamo lavorato per Déjà Vu X3 riguarda l’esperienza d’uso da parte dell’utente. Stiamo migliorando l’accessibilità del prodotto sia per gli utenti nuovi sia per quelli già esperti. Quanto ai primi, il nostro obiettivo è quello di ridurre la curva di apprendimento migliorando considerevolmente la versatilità delle funzioni e riducendo le informazioni in eccesso. Allo stesso tempo vogliamo assicurarci che gli utenti esperti possano lavorare più efficacemente rispetto alla precedente versione, Déjà Vu X2”.
Di seguito riportiamo alcune principali modifiche della nuova interfaccia:
• Una nuova schermata d’inizio che consenta un’interazione più facile grazie ad una nuova serie di opzioni visive facilmente comprensibili anche da chi non ha esperienza con il nostro software.
• Una maggiore versatilità attraverso un’interfaccia multifuzione in grado di raggruppare intuitivamente i comandi per attività, mostrando solo quelli effettivamente applicabili al contesto specifico.
• Una nuova funzione semplificata Traduci e Traduci automaticamente, riunisce le funzioni Scannerizza, Ricerca, Assembla, Ripristina Corrispondenza fuzzy e MT, offrendo all’utente una maggiore capacità di gestione delle risorse da utilizzare.
L’Interfaccia Utente è stata completamente ridisegnata:
• La Schermata d’inizio fornisce un accesso veloce a tutti i file recenti e ne permette la creazione di nuovi.
• La Barra multifunzione permette che tutte le funzionalità di Déjà Vu siano visibili e disponibili, guidando l’utente verso le migliori prassi traduttive.
• Attraverso Déjà Vu, il menu contestuale offre una guida a tutte le funzionalità presenti.
• I comandi “Riduci” e “Nascondi” le barre si prestano, secondo la necessità, ai fini di una migliore resa.
• Grazie alla Barra di Accesso Rapido si può accedere a tutte le funzioni con un click.
• Formattazione incorporata
La formattazione diretta del testo si può effettuare o attraverso la barra multifunzione o attraverso gli stessi comandi brevi utilizzati da Microsoft Office.
• Gestione contemporanea di tutte le risorse
Déjà Vu centralizza tutte le risorse personali e configura quali porzioni di database utilizzare per la traduzione. Bastano pochi click per configurare tutto ciò che si vuole attraverso la nuova funzione “Traduci” o la funzione diretta “Traduci automaticamente”.
• Comando e riconoscimento vocale
Dragon Naturally Speaking in Déjà Vu.
Si possono configurare i propri comandi vocali e lavorare su Déjà Vu semplicemente utilizzando il microfono senza alcun bisogno di toccare mouse o tastiera.
English to Italian: Business Advice General field: Bus/Financial Detailed field: Finance (general)
Source text - English Don't pay the high costs of emotion-driven market hype
Certainly, by now, any investment enthusiast has encountered an article articulating the dangers of market timing. To be clear, I would construe market timing as an attempt to profit from an investment at a precise moment before the price fluctuates dramatically. An example would be selling all of your stocks and going to cash. That can be destructive, seeing as the most exalted investors devote their entire careers to developing the acumen needed to know when to step in and out of investments.
Actually, the best investors have a well-thought-out, disciplined investment process and only succeed when sticking to, and making decisions based on, their process. At our firm, we spend innumerable hours intimately understanding each client's unique circumstances and risk profile before developing an investment road map. And while certainly we tactically manage a risk budget for our more conservative investors, we can confidently say that emotion never plays into the investment process at any point.
Let me delineate this notion using both an index and an individual equity as examples. I believe these distinctly different scenarios pertain to two different types of investors:
The investor who attempts to time the market—or index, rather—is most likely guided by emotion. Attempting to time the index fund without a well-thought-out process can lead to dismal returns and loathsome regret. In most cases, it would benefit this type of investor to seek the guidance of an investment advisor. The reason is simple: One who invests in an index fund almost certainly subscribes to the belief of "modern portfolio theory".
Translation - Italian Attenti a non pagare i costi gonfiati di un mercato condizionato dalle emozioni
Qualsiasi investitore appassionato si sarà sicuramente già imbattuto in un articolo che discuta i rischi del timing di mercato. Per essere più chiari interpreterei questo termine come un tentativo di trarre profitto da un investimento fatto in un momento immediatamente antecedente alla drammatica fluttuazione dei prezzi. Un esempio potrebbe essere quello di vendere tutti i titoli per ottenerne contanti. Ciò potrebbe risultare dannoso, considerando come gli investitori più temerari dedichino tutta la loro carriera a sviluppare quell’acume necessario per sapere quando è il momento giusto per entrare o uscire dal mercato.
A dire il vero, i migliori investitori sono quelli che si avvalgono di un processo d’investimento disciplinato e ben studiato e hanno successo solo quando si attengono strettamente ad esso anche nel prendere decisioni. Nella nostra azienda dedichiamo molto tempo nel cercare di capire le circostanze personali e il profilo di rischio di ciascun cliente, in maniera mirata, prima di elaborare un piano di investimento. Occupandoci della gestione tattica del budget di rischio dei nostri clienti più prudenti, possiamo dire, in piena consapevolezza, che non lasciamo mai che i sentimenti interferiscano in nessuna fase del processo di investimento.
Per delineare meglio il concetto, prendiamo ad esempio l’indice finanziario e il patrimonio individuale, due scenari molto diversi e corrispondenti, secondo me, a due altrettanto differenti tipi di investitori. L’investitore che cerca di seguire l’andamento del mercato - o meglio l’andamento dell’indice finanziario, è colui che probabilmente si fa guidare dalle emozioni. Tentare di analizzare un fondo d’investimento indicizzato sprovvisti di un processo ben studiato, può condurre a penosi rimorsi e odiosi rimpianti. Nella maggior parte dei casi, per questo tipo di investitore potrebbe essere utile richiedere la guida di un consulente di investimento. La ragione è molto semplice: chi investe in un fondo indicizzato quasi certamente aderisce al credo della “modern portfolio theory”.
Arabic to Italian: Translating apps General field: Tech/Engineering Detailed field: IT (Information Technology)
Source text - Arabic يمكن فقط للترجمة المتناسقة والمتجانسة لأي تطبيق "أيفون" و"أندرويد" أن تُسهم في نجاح توطين تطبيقات الهواتف النقالة. فعندما يجد المستخدمون النهائيون في هواتفهم مصطلحات مفهومة في جميع التطبيقات، يقومون باستيعابها على الفور. ولن تكون هناك حاجة للتخمين أو إجراء بحث لفهم ما يقصده المُطور (أو بالأحرى المترجم). وسيوفر هذا تجربة غنية للمستخدمين النهائيين، والذين سيكونون بدورهم سعداء لاستكشاف وشراء المزيد من التطبيقات المتوفرة بلغتهم.
Translation - Italian Solo una traduzione coerente e armoniosa di ciascuna delle applicazioni iPhone e Android è in grado di contribuire alla localizzazione di successo delle applicazioni mobili.
Quando gli utenti finali leggono termini che risultano comprensibili in tutte le loro app, riescono a capirne subito il funzionamento. Non sarà necessario andare a tentativi o fare ricerche per interpretare cosa intende comunicare lo sviluppatore (o meglio il traduttore). Ciò offrirà un’esperienza costruttiva agli utenti finali, felici di esplorare e acquistare più applicazioni disponibili nella loro lingua.
Arabic to Italian (L"Orientale" University of Naples, verified) Spanish to Italian (L"Orientale" University of Naples, verified) English to Italian (London Metropolitan University, verified)
I have been working as a freelance translator in the language combinations English > Italian, Spanish > Italian, and Arabic > Italian since 2015. I am located in Barcelona, Spain and I have been living, working and studying in the UK, mostly in London for four years.
My fields of expertise are variable and comprise audiovisual, advertising, arts and humanities. I also can offer expert translation of business-related documents such as annual reports, press release, marketing texts, brochures, newsletters, and social media marketing content as well as user manuals, tourism and general translations.
Furthermore, I’m always open to exploring new areas of translation.
I acquired a rich experience and developed a range of skills that made me able to produce a wide variety of tasks such as editing, copy-writing and website localisation.
I am a proficient user of all mandatory software, such as Office pack, SDL Trados Studio 2017, to provide quality and maintain consistency for all areas of translation.
I feel that my biggest strengths are the punctuality to meet deadlines and deal with daily duties, good manners, reliability and an enthusiastic attitude when undertaking a new project. I am very flexible in terms of working hours and workload.
In my spare time, I like dancing or watching documentaries, I love crafting garments, and participating to visual art exhibitions.
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